Los caseríos de Busturialdea pertenecen al grupo denominado vizcaíno. Este tipo de edificio presenta tres crujías longitudinales, con estructura de postes enterizos exentos de la fábrica de cantería que soportan una armadura de correas. Es un rasgo identificador de este tipo de casa el hecho de que las correas de la cubierta aparecen unidas entre sí por una densa alineación de tirantes, encepados bajo las contracorreas.
La orientación de la fachada principal es mayoritariamente solar y topográfica, ya que los habitantes de los caseríos buscan la máximas hora de sol al día para poder calentarse y realizar sus labores con buena luz.
El granero, situado en la primera planta, en el centro de la fachada, adquiere un enorme protagonismo y habitualmente dispone de soportal centrado en el frontis. El cuerpo central de la fachada es de madera y aparece retranqueado respecto a lo laterales, que son de piedra. En los ejemplares más elaborados dispone de un muro cortafuegos transversal en el que se abren hasta cuatro arcos que acoge los pesebres del ganado. Este medianil, que separa a hombres de animales, constituirá una de la constantes más duraderas de la casa vizcaína a lo lago de la historia, garantizando además de la seguridad contra incendios una organización más higiénica y racional del espacio. Las plantas son casi siempre simétricas y la zona de vivienda permanente tiende a quedar reducida al tramo delantero del piso bajo, aun cuando ocasionalmente pueden utilizarse como dormitorios de verano los cuartos superiores que se asoman a los laterales de la fachada principal, que cuando la familia dispone de medios reciben un tratamiento visual de prestigio.
Este tipo de caserío surge, por tanto, como construcción compacta, sin patios ni voladizos, aislada de otras de las mismas características, en la que todos los establecimientos necesarios para la práctica agropecuaria, se suelen recoger anexos a un mismo edificio. Comparte su vida con los vecinos de la barriada, a los que a menudo le ligan estrictas normas de solidaridad y ayuda mutua, pero no requieren contacto físico; por eso el caserío no se adosa jamás a otros edificios de su misma especie.
La existencia comprobada de muchos caseríos de Busturialdea en los que habitan simultáneamente dos familias de labradores no contradice las afirmaciones anteriores. La vivienda ideal a la que aspira el campesino es la casa aislada de módulo simple; nadie decidiría compartirla por su propia voluntad. Cuando dos troncos familiares viven bajo un mismo techo es porque se trata de inquilinos forzados a la cohabitación por el gran propietario al que han arrendado el caserío con sus tierras de labor.
A partir del último tercio del siglo XVII es muy frecuente en todo Busturialdea la construcción de caseríos dobles promovidos por los mayorazgos en un intento eficaz de rentabilizar sus extensas posesiones agrícolas. Externamente no se diferencian de sus congéneres unifamiliares más que en sus dimensiones, ligeramente superiores; sin embargo, en el interior un sólido muro de carga que divide longitudinalmente la planta marca la separación entre ambas viviendas.
Las características constructivas de la casa de labranza de esta comarca coinciden plenamente con las del tipo vizcaíno, sin embargo presentan unos matices que las diferencian de los caseríos de las comarcas vecinas.
Su planta es rectangular profunda, sin patio interior, con dos o tres pisos más desván. La cubierta, a dos aguas, se adapta perfectamente a las condiciones climáticas, no siendo excesivamente inclinada (20º-40º). La cima del tejado se encuentra colocada perpendicularmente a la fachada principal. Su vuelo suele ser destacado en la parte delantera, para resguardar el balcón o la galería y en algunos casos aparece chaflán o cola de milano en la parte trasera.
Sin cimientos, la estructura se sustenta por un armazón de madera que, según la época a la que pertenezca el edificio puede desarrollarse a lo largo de la fachada o cubrirse para disimularlo; en los casos más tardíos esta estructura sustituye totalmente por piedra, aguantando el peso del edifico todo el cubo que lo conforma.
En la fachada principal se encuentra el acceso al edificio, desarrollándose en forma de soportal, el cual viene definido por su parte superior por una viga de madera, la imprenta, sostenida por un poste también de madera o por una columna de caliza, según el periodo en que se haya realizado la construcción. En el primer piso aparecen los vanos de las habitaciones principales, con más o menos prodigalidad, según el tipo de caserío en el que se construyan. En algunos casos también aparece una balconada, estando en la parte superior el tragaluz del desván. Las fachadas laterales y la trasera carecen de interés, a no ser por algunos elementos concretos en determinados caseríos. Por lo demás su desarrollo es escasísimo.
La estructura interna del edificio viene marcada por un esquema común. En la planta baja se coloca la cocina, junto a la fachada, a la que se accede desde el portalón de entrada. La parte trasera se dedica a cuadra para animales y almacén de material agrícola. Junto a la cocina suele estar la escalera de acceso al primer piso, en el que se colocan los dormitorios, con una sala que ocupa el centro de la fachada, encima del soportal. Fuera del edificio y adosados a este suele haber algunos elementos anexos, como hornos para cocer, lagares, piedras de afilar o pequeños molinos.
La secuencia de evolución de las formas del caserío local a través de la historia difiere muy poco de las otras comarcas vecinas.
Las singularidades del caserío de Busturialdea dentro del área a la que genéricamente se denomina Bizkaia nuclear no se aprecian en el análisis individual de cada elemento, sino desde una visión de conjunto que permita contrastar los porcentajes de aparición de ciertas tipologías formales, la fidelidad al uso de unos materiales de construcción predeterminados en detrimentos de otros, o la frecuencia más o menos habitual de algunas prácticas decorativas específicas, sin olvidar que ni los tipos, ni los materiales, ni la ornamentación a que nos referimos son originales o exclusivos de esta comarca.
Sólo con estas precauciones se pueden hacerse afirmaciones como las siguientes: el subtipo de caserío con arcos de sillería en el soportal es bien conocido en Busturialdea. Lo mismo ocurre con los materiales usados en la construcción: la madera, la piedra y el ladrillo. Este último, no caló aquí con la misma profundidad que lo hizo en áreas limítrofes durante los siglos XVII y XVIII. En contrapartida se emplea con relativa asiduidad un material inédito en otras zonas: la caliza roja extraída de las canteras de Ereño y Gautegiz Arteaga, y la talla ornamental en piedra o madera es mucho más frecuente y elaborada que en cualquiera de los territorios circundantes, salvo en Mungialde.
Estas diferencias de matiz afectan a la fase de madurez del caserío, cuando su evolución coincide en el tiempo con la arquitectura de estilo barroco. En los ejemplares anteriores las diferencias están mucho mas diluidas, y si se pudiera retroceder hasta la vivienda popular medieval cabe suponer que apenas cabría establecer distinciones comarcales.
Estas construcciones, según la evolución histórica que han tenido, las podemos clasificar en tres grupos:
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