Todavía ayer las labores del campo constituían la ocupación de la mayor parte de los y las vecinos de Busturialdea. En nuestros días, aunque el sector agrícola haya sufrido un notable retroceso, el prestigio de los huertos y frutales de la comarca permanece inalterado. Para comprobarlo basta acudir a uno de los multitudinarios mercados que se celebran los lunes en la villa de Gernika-Lumo y observar como cientos de clientes y curiosos venidos de toda Bizkaia se disputan el espacio frente a los rebosantes puestos de venta instalados por baserritarras.
La cultura campesina tradicional permanece aún sólidamente asentada en este entorno, constituyendo uno de los rasgos que mejor caracterizan su identidad y aún el mismo paisaje. Porque, a diferencia de los pescadores, los labradores de la zona si han necesitado crear un tipo de arquitectura propio, un proyecto de vivienda familiar adaptado a su trabajo, sus normas de relación social, sus creencias y su medio ecológico. La casa de los puertos es una simple unidad de residencia, sin vinculación funcional con el oficio de sus moradores. Sin embargo el caserío no se limita a ser habitación del labrador; es, antes que nada, el primero y más valioso de sus instrumentos de producción. Es refugio, almacén, taller y establo a un tiempo, y para satisfacer esta demanda múltiple y cambiante se ha debido adaptar a través de la historia, ajustando sus dimensiones, su organización interna y su fábrica a los recursos y exigencias del campesino.
El caserío es un edificio con vocación de autosuficiencia y con tendencia a la concentración de funciones en un solo bloque aglomerado. Sin embargo existen facetas de la producción agropecuaria y actividades ligadas a la vida del campesino o sus ganados, que no pueden resolverse entre las cuatro paredes de la casa, porque necesitan de instalaciones especializadas (horno de pan, leñera, arnaga, pajar, hórreo, potro de herrar...).
Los caseríos, y en especial aquellos que se distinguen por su antigüedad o su gran calidad constructiva, constituyen elementos claves del patrimonio cultural de la comarca. Sobre todo por ser el tipo arquitectónico que mejor representa al sector mayoritario de su población histórica; pero también porque en ellos se expresan ideas de belleza y armonía con la naturaleza que no siempre han coincidido con las voces oficiales de su época.
En lo formal puede definirse el caserío de la comarca, y el vizcaíno en general, como un macizo edificio agropecuario de planta cuadrangular, con tejado a doble vertiente que desagua sobre las caras laterales, despejando una amplia fachada de piñón triangular. Su estratificación en altura se desglosa en tres niveles, planta baja, piso y desván, y una de sus peculiaridades más generalizadas es la existencia de un amplio soportal centrado que actúa como ámbito de transición entre la casa y el mundo exterior.
Aglomerado, compacto, sin patios ni voladizos, el caserío es una figura espacial simple, cerrada sobre sí misma y con notoria vocación de aislamiento. Comparte su vida con los vecinos de la barriada, a los que a menudo le ligan estrictas normas de solidaridad y ayuda mutua, pero no requieren contacto físico; por eso el caserío no se adosa jamás a otros edificios de su misma especie.
La existencia comprobada de muchos caseríos de Busturialdea en los que habitan simultáneamente dos familias de labradores no contradice las afirmaciones anteriores. La vivienda ideal a la que aspira el campesino es la casa aislada de módulo simple; nadie decidiría compartirla por su propia voluntad. A partir del último tercio del siglo XVII es muy frecuente en todo Busturialdea la construcción de caseríos dobles.
La secuencia de evolución de las formas del caserío local a través de la historia difiere muy poco de las otras comarcas vecinas.
El subtipo de caserío con arcos de sillería en el soportal es bien conocido en Busturialdea. Lo mismo ocurre con los materiales usados en la construcción: la madera, la piedra y el ladrillo. Este último, no caló aquí con la misma profundidad que lo hizo en áreas limítrofes durante los siglos XVII y XVIII. En contrapartida se emplea con relativa asiduidad un material inédito en otras zonas: la caliza roja extraída de las canteras de Ereño y Gautegiz Arteaga, y la talla ornamental en piedra o madera es mucho más frecuente y elaborada que en cualquiera de los territorios circundantes, salvo en Mungialde.
Estas diferencias de matiz afectan a la fase de madurez del caserío, cuando su evolución coincide en el tiempo con la arquitectura de estilo barroco. En los ejemplares anteriores las diferencias están mucho mas diluidas, y si se pudiera retroceder hasta la vivienda popular medieval cabe suponer que apenas cabría establecer distinciones comarcales.
La casa popular en piedra fue una invención románica que se difundió con ritmo variable en los campos europeos, a lo largo del periodo comprendido entre los siglos XI y XIII. Estas viviendas campesinas primitivas fueron simples chozas que acogían en una estancia común a hombres y ganado. Ningún rastro de ellas se ha conservado en Bizkaia.
Tanto en el interior como en el exterior del caserío existen elementos cuya presencia no se justifica por su función estructural. Tienen el carácter de atributos añadidos u ornamentales, superfluos para el desarrollo de la actividad productiva que tiene lugar en la casa popular, pero que aportan elegancia y belleza a las fachadas rurales, y sobre todo, sirven para poner de manifiesto la dignidad personal del labrador que habita en el caserío, para reafirmar su prestigio social. Los siglos XVI al XVIII constituyen el largo periodo de difusión de estas prácticas orientadas al embellecimiento de las casas, que se asientan con gran éxito en Busturialdea, superior, sin duda, en frecuencia y calidad, a lo que suele ser habitual en otras comarcas vizcaínas.
La única pervivencia de lo caseríos que habitaron los labradores vascos antes del nacimiento del tipo arquitectónico actual es su nombre y emplazamiento. En efecto, una peculiaridad que singulariza a los caseríos vascos es que todos tienen nombre propio, independientemente del de sus propietarios, bien conocido por las autoridades y vecinos, y habitualmente invariable a través de la historia. Un nombre que en los casos más antiguos contiene casi siempre referencias de carácter topográfico, vegetal o geológico al paraje de ubicación de la casa y que al permanecer inmutable a través de las sucesivas edificaciones del mismo permite seguir algunos pasos de su biografía.
La primera cita documentada de la existencia de caseríos en la comarca aparece en el privilegio de ampliación de términos de la villa de Bermeo, otorgado por el Señor Don Lope Díaz de Haro en 1285. En este diploma se mencionan textualmente "Las caserías de los fijos de Don Sancho de Galdacano", junto a otros topónimos como "Nafarrola" y "Achonaraen", que se corresponden con los nombres de caseríos aún existentes en el valle de Artika: Nafarrola (Actualmente en Bermeo existe el caserío Nafarrolaerdikoa, con soportal de viga carrera y columna toscada) y Atsoarane. Aunque el dato es muy escueto, de él se pueden deducir ya algunas de las características peculiares de la vivienda popular de Busturialdea. Por ejemplo, esta parece ser un edificio perdurable, vinculado a una célula familiar en la que se transmite de padres a hijos. Además, la casa posee un nombre propio, distinto de la familia que la habita. Por último, uno de los topónimos citados termina con la equívoca desinencia de ola, que en esta época puede tener el significado de choza o cabaña.
En la actualidad no existe información suficiente para recrear la imagen visual de los caseríos anteriores al reinado de los Reyes Católicos. Sólo la constancia de que piedra, teja y, sobre todo, madera eran los materiales básicos de que estaba construido, y la sospecha de que a pesar de ello su aspecto debía de presentar diferencias muy notables respecto a los edificios modernos, del siglo XVI.
Este apartado dedicado a la arquitectura popular del caserío está estructurado de la siguiente manera:
Para acabar con la introducción hay que decir que para la preparación de este apartado dedicado al CASERÍO hemos tomado como referente la obra de José Ángel Barrio Loza y otros titulada Arqueología, Urbanismo y Arquitectura Histórica. Bizkaia II. Markina-Ondarroa, Gernika-Bermeo, Plentzia-Mungia.
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