En este apartado incluimos dos “ecosistemas” totalmente ligados a las actividades humanas y que sin la presencia del Homo sapiens no existirían.
La ancestral presencia del ser humano en Urdaibai ha desarrollado un paisaje salpicado de caseríos, prados, huertas y restos de los antiguos bosques, formando un mosaico variado y altamente productivo. Dado que los seres vivos integrantes del mismo mantienen un cierto grado de mutua dependencia en equilibrio, se considera que forman un ecosistema peculiar dentro del ámbito oceánico que conocemos como campiña atlántica.
La cubierta vegetal de la Reserva de la Biosfera ha sufrido una severa transformación a lo largo de los últimos siglos. El auge de las ferrerías, la producción naval, las guerras y las desamortizaciones acabaron con los bosques autóctonos que lo poblaban. A finales del siglo XIX sus montes se encontraban privatizados y deforestados. Escaseaban los rodales de cierta entidad, y dominaban el paisaje el monte bajo y los brezales, helechales y argomales. En las primeras décadas del siglo XX se introdujeron especies arbóreas de crecimiento como el pino de Monterrey (Pinus radiata o P. insignis) o el eucalipto (Eucalyptus globulus), ocupando en la actualidad la mayor parte de la superficie arbolada del territorio. Pero estas plantaciones no constituyen bosques ni, por tanto, ecosistemas, dado que ni albergan una comunidad dinámica peculiar en el sentido biológico del término, ni se plantan para recuperar la cubierta vegetal propia de la zona. Se trata sencillamente de cultivos forestales estrictamente dedicados a abastecer de madera a la industria papelera y de transformación y producción de aglomerados.
Para facilitar la comprensión de este apartado se ha dividido en los siguientes subapartados:
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