La ancestral presencia del ser humano en la Cornisa Cantábrica ha desarrollado un paisaje salpicado de caseríos, prados, huertas y restos de los antiguos bosques, formando un mosaico variado y altamente productivo. Dado que los seres vivos integrantes del mismo mantienen un cierto grado de mutua dependencia en equilibrio, se considera que forman un ecosistema peculiar dentro del ámbito oceánico que conocemos como campiña atlántica.
La campiña atlántica de Urdaibai se muestra en su máximo esplendor en, entre otros lugares, los valles de Oma y Basondo (Kortezubi), los barrios de Ozollo e Isla (Gautegiz Arteaga), Loiola (Arratzu), San Migel y San Andrés (Bermeo).
En este espacio protegido la campiña mantiene aún hoy esa alternancia de prados, bosquetes, setos vivos, muros, caseríos, núcleos rurales y huertas. Los arroyos y caminos llevan asociados setos naturales y bosquetes en galería que surcan el conjunto. Las plantaciones de coníferas, expandidas a partir de 1950, junto a la moderna proliferación de invernaderos, aportan matices nuevos a este paisaje. La Reserva de la Biosfera de Urdaibai posee en su campiña uno de sus más característicos valores naturales y culturales. La intervención del ser humano en el paisaje se remonta al Neolítico, cuando la necesidad de disponer de la mayor extensión posible de terreno cultivable trajo asociado el retroceso del bosque en laderas y fondos de valle. Los primeros agricultores de la zona lo reducirían primero a matorral y más tarde a lastonar (Helictotrichon cantabricum, Brachypodium pinnatum subsp. rupestre, Sesleria argentea subsp. hispanica, Teucrium pyrenaicum, Helianthemun nummularium…, un césped grosero espontáneo que prolifera en zonas apropiadas tras la quema repetida de matorrales, en el que predomina el lastón (Brachypodium pinnatum subsp. rupestre), gramínea de hojas largas y resistentes. Aprenderían a cultivar estos céspedes para trabajar el trigo, la cebada, las hortalizas, los frutales o simplemente mantener pastizales más ricos, con cuya hierba alimentar a los herbívoros domesticados. Aún hoy podemos distinguir los prados de siega, una comunidad herbácea en la que crecen múltiples especies de gramíneas (Lolium perenne, Lolium. multiflorum, Holcus lanatus, Poa pratensis, Dactylis glomerata, Cynosurus cristatus), compuestas (Hipochoeris radicata, Crepis capillaris), leguminosas (Lotus corniculatus, Trifolium repens, Trifolium pratense, Trifolium dubium) y otras como Linum bienne, Ranunculus repens, Plantago lanceolada, Bellis perennis, Taraxacum officinale y Daucus carota. Estas especies soportan suelos más húmedos, alta presión ganadera mediante manejo complejo (pastoreo directo, siega y estercolado). Todas ellas dan variedad y calidad al pasto, que es segado entre dos y cuatro veces por año para alimentar al ganado estabulado. Este tipo de pastizal esta vinculado a la ganadería de vacuno tradicional, conformando las campas de la campiña, de gran importancia paisajística.
Cuando la limitación al crecimiento no la pone el segador, sino los herbívoros al pastar directamente en los prados, se obtienen las praderas de diente, en las que proliferan hierbas persistentes al pisoteo, con hojas dispuestas en forma de roseta basal tales como el llantén (Plantago lancelotata), y otras pertenecientes a la familia de las compuestas, tales como Hypochoeris radicata o Picris echioides, y leguminosas como el trébol Trifolium repens.
Cuando la presión ganadera sobre el pastizal es baja (pastoreo eventual o extensivo), sobre suelos secos a mésicos, aparece el lastonar. Esta dominado por el lastón (Brachypodium pinnatum subsp. rupestre), pero también aparecen otras especies como Bromus erectus, Sanguisorba minor, Medicago lupulina, Lotus corniculatus, Briza media, Leucanthemum ircutianum, Pimpinella saxifraga. Si se trata adecuadamente, evoluciona hacia el prado de siega.
Este pasto basado en el lastón posee un escaso valor porque las especies más abundantes de gramíneas son poco alimenticias y poco apetecidas. Además, la proporción de leguminosas, que todo buen pasto ha de tener en la relación con la biomasa total, es muy baja. Por ello, de forma tradicional y desde tiempo inmemorial, el ser humano ha conseguido transformar estos pastos en otros más valiosos mediante un manejo particular. Este manejo consistía básicamente en obligar al ganado a pacer en el pasto, lo que conllevaba una constante mutilación de las partes aéreas de las plantas, así como su intenso pisoteo y nitrificación por acumulación de excrementos. Tales condiciones resultan excesivas para las especies del pasto basto, pero no lo son para otras como Lolium perenne, Holcus lanatus, Poa pratensis, Dactylis glomerata, Cynosurus cristatus, Trifolium repens, etc. De este modo, mediante el manejo se inducía la transición espontánea hacia un pasto de mucho más valor para la alimentación del ganado, que por supuesto tenía una proporción mucho más favorable de leguminosas. Estos pastos, o prados, que permanecen verdes todo el año, experimentan un fuerte tirón de crecimiento durante la estación favorable, entre abril y octubre, por lo que es posible segar la hierba que crece en este período varias veces, y almacenarla para el invierno, tras su transformación en heno. Por ello, estos pastos reciben el nombre de prados de siega y han sido, y son, uno de los elementos paisajísticos más relevantes del territorio potencial del robledal mesofítico (el praderío atlántico).
Pero hoy las praderas más frecuentes son las mixtas, donde el ganado pasta rotando por varias praderas que son segadas en turnos largos. Aparece una mezcla de las especies mencionadas en las dos comunidades anteriores, junto con otras sembradas por el/la baserritarra para enriquecer la producción, tales como el raigrás (Lolium sp.), el trébol (Trifolium repens) y la cañuela (Festuca arundinacea).
Las tierras cercanas al caserío siempre fueron cultivadas para consumo doméstico, y aún hoy se venden los excedentes en los mercados de Gernika-Lumo y Bermeo. Hasta hace 400 años fueron el trigo y sobretodo el mijo quienes aportaron los hidratos de carbono complementados por algunas verduras, hortalizas y frutas. Entre éstas predominaban la manzana y la uva con la que se elaboraban sidra y vino. Hubo que esperar a la expansión del cultivo de maíz y más tarde de la patata y la alubia para quien el abastecimiento quedara asegurado todo el año, lográndose una alimentación más equilibrada, lo que permitió el aumento progresivo de población. Los frutos del bosque, principalmente bellotas y castañas, habían constituido parte importante de la dieta. El castaño (Castanea sativa) proporcionaba también madera para fabricar muebles y utensilios diversos para el caserío.
Aún, en los lunes, es posible comprar productos de las huertas de los caseríos del entorno. En esta Villa, las ferias del primer lunes (dedicado a la raza vacuna pirenaica) y del último lunes de octubre (hortalizas, verduras, fruta, queso, miel, txakolin…), son muy concurridas. Por otro lado, a lo largo del año en diferentes localidades de esta comarca como Bermeo, Gautegiz Arteaga, Morga, Mundaka y otras suelen celebrase ferias especiales. La Arrain Azoka de Bermeo, año tras año, va creciendo.
Las flexibles ramas del fresno (Fraxinus excelsior) permitían ser trenzadas para construir cercas y cobertizos, mientras sus hojas completaban la dieta del ganado en épocas de sequía. Al expandir la campiña, el ser humano permitió que perduraran éstas y otras especies útiles en setos y bosquetes, y con ellas sobrevivió parte de su flora y fauna asociadas. De esta forma la composición actual de los setos vivos recuerdan las comunidades nemorales que cubrían antaño Urdaibai.
Los hongos, formadores de endomicorrizas, pertenecen a los Glomales y son omnipresentes en todos los pastizales de Urdaibai. Sin embargo, en estas formaciones vegetales también podemos encontrar macromicetos saprobios y heliófilos como Agaricus campestris, Clavaria zollingeri, Clavulinopsis helvola, Hygrocybe nitrata, Hygrocybe ovina, Hygrocybe pratensis, Lepista caespitosa, Marasmius oreades, Tremellodendropsis tuberosa, etc.
En los setos podemos encontrar ejemplares de roble pedunculado (Quercus robur), laurel (Lauro nobilis), majuelo (Crataegus monogyna), rosal (Rosa sp.), fresno (Fraxinus excelsior), endrino (Prunus spinosa), bonetero (Eonymus europaeus), zarza (Rubus sp.) y plantas trepadoras como la madreselva (Lonicera periclymenum), la hiedra (Hedera helix) o las clemátides (Clematix vitalb). Los brezos Erica cinerea, E. vagans y E. lusitanica, las argomas Ulex galli y U. europaeus y las retamas Cytisus commutatus y C. scoparius pueden colaborar en el cierre de las partes bajas del seto. En las zonas calizas o soleadas también aparecen arbustos y lianas típicas del encinar, como el madroño (Arbutus unedo), el laurel (Lauro nobilis), el aladierno (Rhamnus alaternus) o la zarzaparrilla (Smilax aspera). Cuando el seto acompaña a un camino abundan las hierbas nitrófilas ruderales como la ortiga (Urtica dioica), y arbustos como el saúco (Sambucus nigra).
Si el seto enmarca a un arroyo o canal pueden crecer en su seno alisos (Alnus glutinosa) o sauces como el común (Salix atroccinerea) o la mimbrera (Salix viminalis), cuyas ramas jóvenes, una vez secadas y peladas, denominados mimbres, son utilizados aún hoy en trabajos artesanales. Antes de la reciente aparición en las últimas décadas del siglo XX de los plásticos y derivados del petróleo, el mimbre era materia prima imprescindible para tejer cestos y otros utensilios necesarios en la actividad diaria del caserío.
Los setos desempeñan un papel ecológico fundamental en áreas agrícolas y ganaderas, dado que constituyen una reserva genética de la flora y fauna silvestres en regresión, garantizan cobijo y alimento a las aves migratorias e invernantes que acoge cada año a la comarca, y facilitan el intercambio genético entre poblaciones de bosques aislados entre sí. Además los setos ejercen un efecto regulador sobre los campos controlando las plagas, cortando el viento, evitando fuertes insolaciones y heladas, equilibrando su balance hídrico y su temperatura, y, en definitiva, rompiendo y enriqueciendo la homogeneidad promovida por el ser humano en el paisaje. Los nuevos métodos mecanizados de cultivo, junto a la política de concentración de propiedades y la canalización de arroyos, han provocado en las últimas décadas la desaparición de gran cantidad de setos vivos.
En los setos bien nutridos de vegetación habitan vertebrados característicos de bosques que han aprendido a sobrevivir en un hábitat transformado por el ser humano. Tal es el caso de mamíferos como el erizo (Erinaceus europaeus), la comadreja (Mustela nivalis) y el zorro (Vulpes vulpes) o aves como el chochín (Troglodytes troglodytes), petirrojo (Erithacus rubecula), mirlo común (Turdus merula), zorzal común (Turdus philomelos) y pinzón vulgar (Fringilla coelebs). Otros animales habitan exclusivamente bosquetes con cierta complejidad estructural y árboles más maduros, como por ejemplo el acentor común (Prunella modularis), el zorzal charlo (Turdus viscivorus), los mosquiteros papialbo (Phylloscopus bonelli) y común (Phylloscopus collybita), el papamoscas gris (Muscicapa striata), el mito (Aegithalos caudatus), el carbonero común (Parus major) y el herrerillo común (Parus caeruleus). La culebra de Esculapio (Zamenis longissimus) elige los rodales más frescos de la campilla.
Entre los mamíferos destaca aquí la garduña (Martes foina) como mustélido depredador y diversas especies de pequeños roedores tales como el ratón de campo (Apodemus sylvaticus), el ratón espiguero (Micromys minutus), el ratón casero (Mus (musculus) domesticus), el topillo rojo (Clethrionomys glareolus), el topillo pirenaico (Microtus pyrenaicus), el topillo común (M. duodecimcostatus), el topillo lusitano (M. lusitanicus), o insectívoras, como el erizo (Erinaceus europaeus), el topo (Talpa europaea), la musaraña enana (Sorex minutus), la musaraña de Millet (S. coronatus), la musaraña común (Crocidura russula), la musaraña campesina (C. suaveolens), el musgaño de Cabrera (Neomys anomalus) y una especie adaptada a la vida acuática, el musgaño patiblanco (N. fodiens).
Un curioso habitante de algunos bosquetes en la campiña es el lirón careto (Glis glis), roedor capaz de ingerir artrópodos y pequeños vertebrados. Evita los rigores invernales dormitando en su madriguera en forma de nido globular que sitúa entre la hojarasca del suelo. Ocasionalmente ocupa los cobertizos y ruinas de edificios rodeados de vegetación. Se le ha visto habitando tanto encinares residuales en el estuario como la campiña de las cabeceras de valle. Pero en cualquier caso es raro en Urdaibai. Cuando la campiña mantiene abundante arbolado o se halla situada entre bosquetes pueden frecuentarla determinadas especies de aves nemorales, tales como el pito real (Picus viridis) y el arrendajo común (Garrulus glandarius), a la vez que algunas rapaces de actividad diurna, por ejemplo el busardo ratonero (Buteo buteo) o el alcotán europeo (Falco subbuteo), e igualmente nocturnas como el cárabo común (Strix aluco). Otra rapaz nocturna, el mochuelo europeo (Athene noctua), elige siempre ruinas o construcciones humanas en la campiña más recóndita, con árboles viejos en las inmediaciones.
Las zonas de matorral disperso en la campiña son las elegidas por las currucas zarcera (Sylvia communis) y mosquitera (Sylvia borin) y el alcaudón dorsirrojo (Lanius collurio), un depredador de grandes insectos y ratones a los cuales clava en los espinos del seto vivo y forma una despensa de la que se abastece en épocas de austeridad.
En los pastizales de la campiña habitan la tarabilla común (Saxicola torquata), bisbita arbóreo (Anthus trivialis), verdecillo (Serinus serinus), verderón común (Carduelis chloris), jilguero (Carduelis carduelis), escribano cerillo (Emberiza citrinella) y triguero (Miliaria calandra), este último especialmente en la costa. En las praderas incultas que tardan en ser segadas nidifica también el buitrón (Cisticola juncidis).
En las viejas tapias, muros y paredones de pueblos, caseríos, vías de comunicación y corrales para el ganado podemos encontrar un tipo de vegetación adaptada al sustrato vertical. Estas plantas hunden sus raíces en las fisuras y roturas de paredes, pero a la vez requieren la cercanía de sustancias nitrogenadas. El aporte de estas sustancias procede de partículas arrastradas por el agua de lluvia, o bien se debe a la evaporación de compuestos amoniacales situados, muchas veces, al pie de estos ambientes. La vegetación de estas paredes puede variar en recubrimiento y composición según la orientación, humedad ambiental u otros factores, pero existe un grupo de plantas muy características que no suelen faltar: Parietaria judaica, Cymbalaria muralis, Polypodium cambricum, Umbilicus rupestris, Asplenium trichomanes...
Los prados con setos y los bordes de bosquetes son habitados por los sapos partero común (Alytes obstetricans) y común (Bufo bufo) y el lagarto verde (Lacerta bilineata). En zonas expuestas al mediodía viven también el lagarto verdinegro (Lacerta schreiberi) -que según el Catálogo Vasco de Especies Amenazadas de la CAV está clasificada como “de interés especial-, la lagartija de turbera (Lacerta vivipara), la víbora de Seoanei (Vipera seoanei) y la culebra de collar (Natrix natrix). Sobre los muros viejos y los taludes de caminos vive la lagartija roquera (Podarcis muralis), muy abundante en Urdaibai. Otros reptiles son el lución (Anguis fragilis), el eslizón tridáctilo (Chalcides striatus), la lagartija ibérica (Podarcis hispanica) y la culebra lisa europea (Coronella austriaca). Los arroyos rodeados de vegetación arbustiva albergan aves como el ruiseñor bastardo (Cettia cetti) y anfibios como los tritones palmeado (Lissotriton helveticus) y jaspeado (Triturus marmoratus).
Según el primer estudio sobre coleópteros coprófagos llevado a cabo en la zona, tras analizar excrementos de diversa procedencia (vaca, caballo, oveja, perro e incluso excrementos humanos), los resultados muestran que en Urdaibai habitan 34 especies de coleópteros coprófagos; de ellas 6 pertenecen a la familia Geotrupidae, 9 a la familia Scarabaeidae y 19 a la familia Aphodiidae. De todas estas especies, 19 se han mencionado por primera vez en Urdaibai y 6 lo han sido por primera vez para la CAV. Pero también existen otros coleópteros interesantes; en 2006, la especie Oreina alpestris, de la familia Chrysomelidae, solo ha sido citada en esta zona de todo el territorio de Bizkaia hasta la fecha, o el carábido Carabus deyrollei, endemismo ibérico que habita en el oeste de Bizkaia y en 2006 fue localizado en Urdaibai.
La diversidad faunística de la campiña se basa en la alta productividad de bayas que se da en los setos durante el otoño y de semillas en los pastos durante el verano, junto con la proliferación de invertebrados, especialmente insectos, tan pronto ascienden las temperaturas en primavera. Gracias a ello las aves y mamíferos insectívoros y granívoros tienen garantizado su éxito reproductor. Los excedentes otoñales y primaverales son además aprovechados por las aves migratorias e invernantes. Las especies mejor adaptadas a la presencia del ser humano encuentran alojamiento y alimento en su entorno más inmediato, como son los caseríos, molinos o ermitas. La golondrina (Hirundo rustica) y el avión común (Delichon urbica) han aprendido a colgar de los aleros y pórticos sus nidos meticulosamente elaborados con hierbas y barro.
Por el contrario los vencejos comunes (Apus apus) eligen agujeros en paredes de edificios altos, frecuentemente iglesias, dentro del casco de los principales núcleos urbanos como Gernika-Lumo y Bermeo, si bien también existen colonias en Mundaka, Busturia e incluso en la iglesia de Murueta. Estas aves son voraces cazadoras de todo tipo de insectos en vuelo, por lo que controlan sus explosiones demográficas en la marisma, los ríos y las granjas y caseríos con ganado estabulado. La renovación de fachadas y el abandono de caseríos, junto a la contaminación fluvial y el uso de de plaguicidas, han rebajado sus densidades de población en los últimos años en Urdaibai.
Una especie cuya distribución se halla ligada al ser humano es el estornino pinto (Sturnus vulgaris). Otro ave de reciente aparición en el territorio de Urdaibai, es la tórtola turca (Streptopelia decaocto), en expansión por las costas occidentales europeas. Tras su primera aparición en Mundaka, varias parejas han nidificado en Sukarrieta, Gernika-Lumo… Acostumbra a situar sus nidos en setos tupidos de fincas y jardines, sobre farolas o tapias, siempre al abrigo del casco urbano, del que no acostumbra a salir.
En los edificios levantados por el ser humano nidifican también el gorrión común (Passer domesticus) y la lavandera blanca (Motacilla alba subsp. alba), y en los pajares y algunos caseríos de la campiña viven colonias de gorrión molinero (Passer montanus), otro granívoro que convive cómodamente con el ser humano. Dada la abundancia de pequeños roedores en las inmediaciones de los caseríos y núcleos rurales, algunas rapaces nocturnas como la lechuza común (Tyto alba) o el mochuelo común (Athene noctua) pueden compartir el hábitat humano anidando en campanarios y caseríos. Su labor en el control de las poblaciones de roedores es trascendental y digna de tener en cuenta a la hora de intervenir en los tejados.
Urdaibai se encuentra entre los lugares con mayor diversidad de murciélagos de la CAV, gracias a las 10 especies citadas hasta la fecha. De todos modos, de todas estas especies solamente la mitad crían en Urdaibai, mientras que el resto ha aparecido únicamente de forma puntual o estacional. Entre estas últimas debemos citar al murciélago mediterráneo de herradura (Rhinolophus euryale), especie que se encuentra en vías de extinción en la CAV. En la actualidad, las poblaciones estables de esta especie en nuestra comunidad se mantienen sólo en Bizkaia, de las cuales la principal y la más importante se ubica en las Encartaciones (entre el valle de Carranza y los montes de Triano), pero, como hemos mencionado, en Urdaibai y sus alrededores también vive una pequeña población reproductora. Esta especie se refugia casi exclusivamente en cuevas y cavidades subterráneas durante todo el año, pero selecciona preferiblemente aquellas con temperaturas elevadas, puesto que es una especie termófila. Por ese motivo, las cuevas más idóneas son aquellas ubicadas en los fondos de valle o en bajas altitudes, precisamente los lugares de mayor presencia humana, con los peligros que eso conlleva. Este murciélago se alimenta sobre todo de polillas y los hábitats propicios para cazar estos insectos son los bosques, bosquetes y los setos vivos de árboles autóctonos frondosos y rodeados de prados y campiñas. De hecho cuando se realizó una investigación para conocer exactamente los requerimientos ecológicos de hábitat de esta especie en Urdaibai, se descubrió que seleccionaba no solo los robledales y los bosques de ribera sino que también las plantaciones de eucaliptos. Estudios posteriores han demostrado que tras este comportamiento se esconde una carencia de hábitats apropiados en Urdaibai, y posiblemente por esa razón estos individuos recorrieron distancias extremadamente largas hasta sus lugares de caza, con recorridos medios de 5 km y máximos de hasta 10 km. Después de conocer sus requerimientos ecológicos resulta comprensible la grave situación de esta especie. Entre los factores de amenaza se hallan en primer lugar la pérdida de refugios, bien porque muchas cuevas se han cerrado con cierres inapropiados por variadas razones o bien porque en muchas otras las continuas molestias ocasionadas por los visitantes han derivado en el abandono del refugio. Además, tal y como se ha dicho, el paisaje tradicional ha desaparecido o ha sido sustituido por extensas plantaciones monoespecíficas de árboles exóticos. A consecuencia de todo esto, la especie se encuentra en peligro de extinción en la CAV. Si queremos mantener especies como R. euryale, es imprescindible adoptar acciones concretas; más aún teniendo en cuenta que todavía no ha entrado en vigor el plan de conservación que necesita por ley por tratarse de una especie en vías de extinción. Entre el resto de las especies de murciélagos, los más comunes y aquellos que crían en Urdaibai son el murciélago grande de herradura (R. ferrumequinum), el murciélago pequeño de herradura (R. hipposideros), y el murciélago de Geoffroy (Myotis emarginatus), aunque sin duda los más abundantes son dos especies generalistas y muy adaptables, el murciélago enano (Pipistrellus pipistrellus) y el murciélago de borde claro (P. kuhli). Otras especies aparecen ocasionalmente o forman pequeñas poblaciones: estos son el murciélago ratonero grande (M. myotis), el orejudo septentrional (Plecotus auritus) y el orejudo meridional (P. austriacus), el murciélago hortelano (Eptesicus serotinus) y el murciélago de cueva (Miniopterus schreibersii).
En los lugares con gran acumulación de materia orgánica, tales como basureros, proliferan especies carroñeras como la rata negra (Rattus rattus), un roedor de origen tropical y hábitos nocturnos que encuentra en los sótanos y trasteros su hábitat idóneo para la procreación. Originariamente vegetariana, puede tornarse omnívora. Su densidad llega a ser muy alta, y su control es complicado si no se evita el depósito incontrolado de basuras. La proliferación de vertederos provoca también el aumento desproporcionado en la densidad de algunas especies entre las cuales el zorro (Vulpes vulpes) es el mejor ejemplo en la comarca.
Las alcantarillas y canales de vertidos urbanos y rurales son habitados por la rata gris (Rattus norvegicus), vector de numerosas enfermedades infecciosas que ha sido protagonista de grandes epidemias en la historia de Europa tales como la famosa peste negra que diezmó la población humana del continente en el siglo XIV. El auge industrial de los años cincuenta y sesenta del siglo XX en Bizkaia trajo consigo el abandono del laboreo del campo. Grandes extensiones de prados naturales y huertas dejaron de ser aprovechados, y una parte importante de la población abandonó los caseríos trasladándose a las Villas de Bermeo, Gernika-Lumo y Bilbao. Para obtener un beneficio del terreno abandonado, muchos propietarios plantaron árboles de crecimiento rápido, especialmente el pino de Monterrey (Pinus radiata o Pinus insignis), que ya salpicaba el paisaje montano de la comarca desde principios de siglo. De esta forma los pinares proliferaron en la campiña ocupando sus fértiles tierras, y provocando descensos en la producción de las parcelas adyacentes. Las plantaciones forestales pasaron a formar parte del paisaje en mosaico de la campiña atlántica en detrimento de los prados seminaturales, que han visto recortarse seriamente su extensión. Esta reconversión agropecuaria se dio sin regulación alguna.
Hace tan solo 50 años que el trigo ha dejado de ser cultivado en el comarca. Y el abandono del campo afectó también a la vid y el manzano, reduciéndose hasta casi desaparecer la producción casera de vino y sidra. En las dos últimas décadas del siglo XX se empezó a expandir el cultivo bajo plástico en invernaderos. Actualmente ocupan varias hectáreas en diferentes municipios de Urdaibai, pero pueden verse túneles de menor tamaño dispersos por toda la campiña, desde Bermeo hasta Nabarniz. Su utilidad se basa en adelantar y multiplicar los ciclos de producción, tanto de legumbres y hortalizas como de flores y plantas ornamentales. Desde hace varios años se cultivan árboles frutales en extensivo como perales, manzanos (tanto para mesa como para elaborar sidra), vid (para elaborar txakolin) e, incluso, especies exóticas, entre los que merece ser destacado el kiwi. Existen explotaciones de cierta entidad en la producción, como la de Loiola en (Arratzu), que demuestran la benignidad del clima de la comarca, carácter del que siempre se beneficiaron los cítricos que desde el siglo XIX se cultivan junto a los caseríos de zonas bajas del valle y la costa.
Las zonas de campiña atlántica más valiosas se encuentran protegidas por la normativa urbanística derivada del PRUG (Plan Rector de Uso y Gestión). Éstas están clasificadas como Áreas de Interés Agrario (zona A).
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