Los organismos que viven en los niveles altos del intermareal son los que más tiempo quedan expuestos al aire y sufren por ello un mayor estrés debido a la desecación (pérdida de agua). Es un ambiente muy fluctuante, ya que durante las bajamares invernales estos seres vivos se ven obligados a soportar temperaturas próximas a los 0ºC y en verano valores que superan los 40ºC. La salinidad varía igualmente. En época de lluvias el agua dulce puede cubrir a los organismos y llenar charcas y cubetas, mientras que la evaporación del verano es capaz de eliminar totalmente el elemento líquido dejando costras de sal cristalizadas.
Como resultado de la adaptación de las especies a las diferentes condiciones ambientales y la competencia entre ellas por los recursos, algas e invertebrados se distribuyen en la zona intermareal formando unas bandas horizontales o cinturones desde la zona donde tan sólo llegan los salpicones de agua, hasta el nivel que siempre queda sumergido. Esta distribución vertical de las especies se denomina Zonación y es en Urdaibai, en el cabo Matxitxako, donde se puede encontrar uno de los ejemplos más llamativos de la costa vasca.
Las localidades más batidas
En una visita al faro durante una bajamar viva puede apreciarse cómo las comunidades cambian drásticamente desde donde la vegetación terrestre termina hasta la orilla del mar. Antes de llegar a la zona intermareal propiamente dicha, nos encontramos un espacio dominado por los líquenes. Se trata de la zona supralitoral, cuyo límite inferior comienza en la media de las pleamares vivas y llega hasta la influencia del hálito marino. La diversidad de líquenes en los niveles altos es mayor que en las zonas más bajas y, generalmente, son más grandes y vistosos. En el supralitoral superior encontramos líquenes naranjas (Xanthoria parietina), gríses (Lecanora atra, Ochrolechia parella) y verdes (Ramalina siliquosa); en los niveles medios son frecuentes los líquenes anaranjados Caloplaca thallincola y C. marina; mientras que el nivel inferior se caracteriza por un cinturón de líquenes negros, de Verrucaria maura, y presencia de cianofíceas que tapizan la roca otorgándole un color negruzco.
La radiación solar ha perdido una gran parte de su energía captada por la atmósfera. Todavía una parte de la que queda se refleja, y la que penetra también es rápidamente absorbida y transformada principalmente en biomasa (por la fotosíntesis) o en calor, de forma que se eleva la temperatura del agua marina superficial. Este efecto puede comprobarse fácilmente en la cubeta de intermareal. A pesar de todo habitan diversas especies.
En las grietas de las rocas de los niveles bajos se refugian los primeros animales intermareales, pequeños gasterópodos de unos pocos milímetros, Littorina neritoides. A partir de este punto, comienza la zona intermareal en la que los organismos emergen periódicamente durante las mareas.
La zona intermareal superior sólo queda sumergida durante la pleamar de las mareas vivas. Los organismos que viven en este nivel están adaptados a soportar grandes fluctuaciones ambientales. Allí habitan las cianofíceas, algas unicelulares microscópicas; las especies de los géneros Calothrix, Phormidium y Gleocapsa se encuentran entre las más frecuentes. Creciendo sobre ellas, aparecen las primeras algas marinas macroscópicas, diferentes según la época del año. El alga verde Blidingia minima es más abundante durante la primavera. En la época invernal, es el alga roja Porphyra linearis, la que recubre las rocas dándoles un aspecto brillante y gelatinoso. Terminada la primavera y a comienzos del verano, las rodofíceas Porphyra umbilicalis y Bangia atropurpurea encuentran el óptimo ambiental para su desarrollo.
Siguiendo en dirección a la orilla, llegamos a una parte central del intermareal o zona intermareal media. Su rasgo biológico más característico es la existencia de un cinturón de cirrípedos de las especies Chthamalus montagui y Chthamalus sttellatus. Estos crustáceos de vida sedentaria poseen una concha o esqueleto externo compuesto por seis placas de carbonato cálcico dispuestas en torno a su cuerpo a modo de muralla. Su vértice esa sellado por cuatro opérculos calcáreos que el animal abre y cierra con un músculo cuando la marea está alta y baja, respectivamente. Este proceso les permite retener el agua y evitar la desecación. Cuando están sumergidos se alimentan continuamente mediante unos apéndices de aspecto plumoso llamados cirros con los que atrapan el plancton. Junto a los cirrípedos, en los niveles altos y fundamentalmente sobre paredes, encontramos al liquen que más se adentra en el mar, Lichina pygmaea, cuyo aspecto recuerda al de una alga.
En los niveles bajos de la zona intermareal media, se observa una banda claramente diferenciada de color oliva. Se trata del alga parda Fucus spiralis var. limitaneus, una variedad de alga adaptada a vivir en zonas muy expuestas al oleaje como es el caso del cabo Matxitxako. Bajo ella, es frecuente observar a Caulacanthus ustulatus, un alga roja crecimiento cespitoso, y a Ralfsia verrucosa, feofícea incrustante que forma manchas negruzcas sobre las rocas y sobre las conchas de los animales. Las lapas (Patella vulgata, Patella intermedia) también tienen un gran protagonismo en la zona intermareal media. Su concha queda fuertemente adherida a la roca por su pie muscular, lo cual le permite evitar la desecación y, también, a sus numerosos depredadores (pájaros, cangrejos, estrellas de mar). Principalmente, se alimentan de algas. Tras una jornada de ramoneo, vuelven siempre al mismo punto donde partieron, comportamiento que recibe el término anglosajón de homing.
A partir de un determinado nivel de marea, los cirrípedos y los individuos de Fucus comienzan a ser escasos y comparten el sustrato rocoso con dos algas principalmente: la incrustante parda Ralfsia verrucosa y un alga roja calcárea Litophyllum tortuosum, cuya forma lobulada y textura pétrea recuerdan al coral. Los mejillones (Mytilus galloprovincialis), fuertemente adheridos por un ramillete de filamentos denominados bisos, se refugian en las grietas y cavidades para no ser desprendidos por las olas.
Debajo de esta banda de transición comienza la zona intermareal inferior dominada por las algas. En estos niveles la diversidad algal es mayor, debido a que las comunidades permanecen sumergidas durante más tiempo disfrutando unas condiciones ambientales menos estresantes. El primer cinturón de algas presenta un color granate, es el que le otorga el alga roja Osmundea pinnatifida, un alga abundante en la costa vasca, pero que en cabo Matxitxako alcanza un tamaño sensiblemente mayor. Junto a ella y fuertemente fijada a la roca crece Corallina elongata. Este alga de color rosa intenso es la especie más abundante del intermareal rocoso marino de Urdaibai. Su cuerpo o talo consiste en una serie de segmentos calcáreos unidos que le confieren la elasticidad y resistencia mecánica necesaria para soportar la acción del oleaje. Inmediatamente por debajo de este cinturón, Osmundea desaparece y junto Corallina encontramos a Plocamiun cartilagineum, un alga de color rojo vivo que crece entre los individuos de Corallina. Esta banda es muy estrecha y enseguida Plocamiun es sustituida por Pterosiphonia complanata, cuyo aspecto es similar aunque de color granate. Progresivamente y en dirección al mar, Corallina se hace menos abundante mientras que otra alga calcárea, Litophyllum incrustans, comienza a recubrir el sustrato rocoso hasta el nivel más inferior, donde prácticamente es la única especie que puede soportar el embate de las olas. Cuando los individuos de esta especie crecen y se encuentran, uno no crece sobre el otro, sino que los márgenes de ambos cuerpos (talos) se recurvan haca arriba formando unas vistosas crestas lobuladas de color rosa más claro. Esta forma de crecimiento hace que el aspecto de la superficie que recubren sea muy irregular. Las formas incrustantes toleran muy bien el oleaje, ya que carecen de porción erecta y, por lo tanto, la fricción con el agua es menor. Los animales más frecuentes de la zona intermareal inferior son pequeños crustáceos, anfípodos e isópodos, que viene en el entramado que forman la vegetación. En las grietas es frecuente encontrar algunos ejemplares de percebes (Pollicipes cornucopia). Los percebes tienen un pie fuerte y musculoso que les permite sujetarse fuertemente a la roca. No obstante, el marisqueo furtivo de estos crustáceos limita su distribución a peñas y salientes rocosos de difícil acceso y gran exposición.
El modelo de zonación descrito para Matxitxako no es único en la costa vasca, pero si es muy poco frecuente. Las condiciones ambientales de cada lugar (temperatura, luz salinidad, nutrientes naturaleza del substrato, topografía, cantidad de sedimentos, oleaje, corrientes), así como las interacciones entre los organismos determinan las algas que habitan en él.
En la cara norte de la isla de Izaro encontramos una distribución de las especies intermareales muy similar a la descrita. Sin embargo, el cinturón de Osmundea pinnatifida está ausente, quizás porque la topografía de las lastras rocosas no es igual; son ligeramente más inclinadas y cortas y generan unas condiciones hidrodinámicas diferentes.
Una curiosa forma de combatir la fuerza del mar es la que utiliza la caracola Thais haemastoma, que dispone de un único pie de gran tamaño con el que se fija fuertemente por succión. Se alimenta sobre todo de bivalvos. Cuando no se desplaza por el substrato en busca de alimento, se adhiere en una grieta dejando el hueco entre la roca y su concha sellado herméticamente.
Los tramos semiexpuestos
Adentrándonos en dirección al estuario, entre Punta Murgoa y Punta Santa Catalina, las condiciones ambientales difieren notablemente. La exposición al oleaje es menor, la topografía del sustrato es más irregular (lo que da lugar a una gran variedad de hábitats) y aumentan los aportes arenosos, así como los niveles de nutrientes. En consecuencia, encontraremos comunidades de diferentes algas.
En la zona intermareal superior no se aparecían diferencias notables con respecto a otras localidades, debido a que las especies que viven en ella son de carácter oportunista, amplia distribución y han sido desplazadas a vivir en estos niveles altos donde las algas más especializadas no pueden desarrollarse. En la zona intermareal media encontramos el cinturón de cirrípedos típico de costa abierta, pero la banda que formaba el alga parda Fucus spiralis var. limitaneus en Cabo Matxitxako e Izaro ya no existe aquí, debido a que la acción del oleaje no es lo suficientemente intensa. En su lugar, se observan otras fucáceas de color verde oliváceo como Pelvetia canaliculata, ubicada en los niveles altos, y Fucus spiralis que crece en los más bajos. P. caniculata ocupa una posición más alta en el intermareal, gracias a la forma acanalada de su talo. Esta peculiaridad le permite retener el agua en sus caras cóncavas durante a bajamar. Por otro lado, la capa aceitosa que la recubre le ayuda a resistir la desecación. En general, las algas densamente ramificadas conservar el agua entre las ramas resistiendo mejor la deshidratación.
En la zona intermareal inferior se aprecian los cambios más evidentes. El sustrato de la parte superior, consistente en aplanados bloques de derrubio que han sido arrancados, erosionados y desplazados por las olas, está cubierto por algas verdes (Enteromorpha intestinalis) y rojas (Caulacanthus ustulatus, Gelidium pusillum, Ceramium ciliatum o Centroceras clavulatum, dependiendo de la época del año) de poco tamaño y crecimiento con aspecto de césped. Las algas verdes predominan en las rocas pequeñas más inestables que se desplazan en los días de fuertes oleajes. En cambio, las de tonos rojos, cuyos ciclos de vida son más largos, requieren espacios más grandes y estables. Entre estas algas de pequeño tamaño llama la atención la presencia de numerosas conchas de gasterópodos. Pero una mirada en detalle nos descubre que mientras algunas de ellas son realmente gasterópodos (Gibbula umbilicalis), muchas otras están ocupadas por cangrejos ermitaños (Anapagurus hyndmanni, Clibanarius erytropus), que utilizan las conchas de los gasterópodos muertos como hogar y cobijo. En esa forma de vida tan curiosa suele juntarse un tercer elemento: la anémona Calliactis parastica. Esta anémona mantiene una relación de mutualismo con el cangrejo ermitaño. El cangrejo ermitaño queda protegido de los depredadores gracias a los tentáculos venenosos de la anémona y, la anémona fijada sobre la concha, se alimenta de los restos que se le escapa al cangrejo ermitaño, además de viajar de un lugar a otro. Las gibulas prefieren una dieta basada en lagas, los ermitaños, en cambio, son crustáceos fundamentalmente carroñeros que se alimentan de los detritos y restos de organismos muertos.
En las crestas de algunos bloques, Codium adhaerens, un alga de color verde oscuro, forma un tapiz esponjoso muy resbaladizo de unos 3-4 mm de grosor. Muy abundante entre las rocas, encontramos a un huidizo cangrejo de color negro: Pachygrapsus marmoratuz. Las actinias (Actinia equina) de aspecto gelatinoso y de color marrón, verde y rojo brillante se refugian preferentemente en las grietas. La corona tentacular con la que estas anémonas atrapan el alimento es retráctil, por eso en bajamar, cuando los tentáculos están ocultos, nos recuerdan a pequeños tomates.
La vegetación cambia donde comienza las lastras rocosas. Las algas son de mayor tamaño y las formas de crecimiento más diversas. En una primera banda encontramos al alga parda Bifurcaria bifurcata, cuyos ejes cilíndricos de color amarillo llegan a alcanzar los 30 centímetros de alto. Bajo ella, quedan ocultas otras especies de menor tamaño como Corallina elongata, Gelidum latifolium y la incrustante calcárea Litophyllum incrustans. En las zonas con retención de arena encontramos a Cladostephus spongiosus y a Stypocaulon scoparium, dos especies de color marrón oscuro cuya consistencia corácea les permite soportar el efecto erosivo del sedimento. Sobre ellas, crece la calcárea Jania rubens formando unos escobillones de color osa intenso que en ocasiones ocultan por completo a su hospedante.
En el nivel más bajo del intermareal se observan especies más grandes, entre ellas destacan el alga verde Codium decroticatum y la parda Cystoseira tamariscifolia, que crecen junto a otras de menor tamaño como Corallina elongata. El alga roja Gelidum sesquipedale, protagonista de la zona submareal, queda emergida en las paredes verticales de los niveles más bajos, junto a la calcárea incrustante Mesophyllum lichenoides. Las vaguadas con retención de arena y más protegidas del oleaje albergan dos grandes macrófitos: el alga parda Cystoseira baccata y la roja Halophithys incurva.
Entre los diferentes hábitats que existen en esta zona intermareal, son la charcas las que llaman más la atención del visitante. Quizás porque parecen acuarios naturales que reflejan la vida de la zona submareal. Allí, encuentran su refugio grandes algas que pueblan y dominan los fondos someros, así como numerosos peces, erizos, estrellas, quisquillas y otros animales que se alimentan o cobijan entre ellas.
La isla de Izaro esta orientada en la dirección Noroeste/Sudeste. La constante actividad humana y el continuo trasiego de embarcaciones que fondean en las cercanías de tan emblemático destino, hace que sus fondos adolezcan de la visible huella de la acción destructiva del ser humano. La costa sur enfrentada a la desembocadura de la Ría de Mundaka es menos abrupta que la norte, orientada al mar abierto. Los fondos de la zona meridional forman una rasa que va ganando en profundidad lentamente, mientras los de la vertiente norte muestran un desnivel más acusado. Esta última es la más llamativa desde el punto de vista faunístico. Así, encontramos lastras que recorren paralelamente la costa de la isla separándose entre sí unos 10 metros y que dan lugar a dos ambientes diferentes: en uno de ellos abundan las algas, y los organismos deben superar la fuerza de las olas, y en el otro, se extiende una pared donde apenas existen algas debido a la escasa luz que percibe.
En el área donde abundan las algas y escondiéndose entre ellas habita un crustáceo de singular silueta, Scyllarus arctus, más comúnmente conocido como “santiaguiño”. De igual forma, merodeando entre las algas que revisten los fondos de Izaro, es habitual la presencia de peces del grupo de los lábridos. En ese habita viven el durdo (Labrus bergylta), el serranito (Symphodus melops) y la julia (Coris julis). Son peces representativos de zonas costeras a los que les gusta morar en extensiones cubiertas de vegetación. Utilizan las algas para construir su nido. En las lastras, con la profundidad, disminuye la iluminación y por tanto cada vez habitan menos vegetación. Tapizando las lastras aparecen gran cantidad de invertebrados, la mayoría esponjas y, entre otras, éstas: Scypha ciliata, Hymeniacidon sanguinea y Cliona celata.
El tramo costero que se extiende antes de alcanzar la playa de Laga, presenta unas condiciones ambientales similares a las de Punta Murgoa y Ondartzape. Consiste en rasas rocosas con aportes arenosos y una situación semiexpuesta al oleaje en la que se desarrolla una vegetación intermareal muy parecida a la anterior. Una mayor abundancia de Cystoseira baccata en los niveles bajos de la zona intermareal inferior y del alga parda foránea Sargassum muticum en las charcas y cubetas marcan algunas de las diferencias.
Las paredes del cabo Ogoño, por el contrario, ofrecen un ambiente intermareal completamente diferente al descrito hasta ahora. Su caída vertical con numerosos extraplomos y su orientación norte limita notablemente la cantidad de luz disponible para las algas. Además, el choque de las olas, aún siendo pequeñas, origina fuertes fluctuaciones en el nivel del agua. Como consecuencia, la diversidad de especies que encontramos es menor. Bajo el estrecho cinturón (aproximadamente 70 cm) de cirrípedos del género Chthamalus, aparece una pequeña banda de unos 20 centímetros ocupada por un cirrípedo de mayor tamaño, Balanus perforatus, y un alga calcárea Litophyllum tortuosum. A continuación, un amplio cinturón de algas dominado por las rodofíceas cespitosas Gelidum pulchellum y Gelidum pusillum se extiende hasta el submareal. La presencia de estas especies, así como la abundancia de determinados animales, entre los que destacamos la del cnidario Actinothoe sphyrodeta, pone de manifiesto el carácter sombrío de este intermareal.
En la parte occidental de Urdaibai se sitúa el cabo Ogoño (Elantxobe). Desde la playa de Lagako hasta el pueblo de Elantxobe, se abren grandes grietas y cuevas, que refugian multitud de formas de vida. En estas zonas menos iluminadas, los animales sésiles compiten con las algas por el sustrato de manera exitosa. Debido a la escasa luz que llega a estos hábitats, las algas se restringen a su entrada y en el interior tan sólo prosperan aquellas que viven en simbiosis con corales y obtienen de estos la energía que necesitan.
Algunas cavidades próximas al litoral pueden soportar infiltraciones de agua dulce generándose ambientes salobres. Aunque estos habitáculos se encuentren a poca profundidad, las condiciones que se crean en su interior recuerdan de alguna manera a ambientes más profundos. Así, es posible encontrar especies de esponjas que son típicas de fondo, incluso especies de gambas cuyo hábitat se sitúa a varios cientos de metros por debajo de la superficie del mar. Además, la escasa circulación de agua en estos enclaves propicia la formación de lechos fangosos y arenosos en los que se desarrolla una fauna peculiar, la fauna intersticial, constituida por organismos de tamaño generalmente microscópico, que viven entre el sedimento formando un grupo de animales muy variado.
En las entradas de las cuevas habitan diversas especies de góbidos y blénidos. Estos peces son también frecuentes en las cubetas que se forman en la zona intermareal al retirarse la marea. Un ejemplo de ellos es Tripterygion xanthosoma. Traspasada la entrada, es frecuente observar a la anémona Parazoanthus axinellae. Dada su preferencia por lugares umbríos donde el hidrodinamismo es leve, este ejemplar suele recubrir grandes superficies. Pero, tanto en las fisuras como en las cuevas, los invertebrados sésiles más comunes son las esponjas, que con sus diversas tonalidades tapizan la práctica totalidad de dichos hábitats. En el interior de las grutas con dimensiones lo suficientemente grandes buscan descanso gran variedad de peces como lubinas, mojarras e incluso algún ejemplar de tiburón como la especie Torpedo marmorata o algún ejemplar de Raja spp.
Fuera de las cuevas, el paisaje que se extiende bajo el cabo Ogoño aparece salpicado de numerosos ejemplares de la esponja Clathrina coriacea.
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