La iglesia de San Miguel de Mendata esta situada sobre una loma.
Se considera que fue fundada en el siglo X por los labradores colonos de los señores de Bizkaia, siendo reedificada y ampliada en el siglo XVI y XVIII.
El año 1744 se rehizo el coro tal y como lo vemos hoy día. La traza del mismo fue realizada por Juan de Herdoiza, maestro de obras de Durango, y el coste total de la obra fue de 11.873 reales.
Posteriormente se realizaron pequeñas reformas frecuentemente mandadas por los visitadores del obispado, como la reforma del año 1766 en la sacristía, en la que se sustituyó el húmedo y frío suelo de piedra por entablamento de madera. Además, se abrió un lucero en lo alto para combatir la humedad y se enlució parte de la bóveda de la sacristía y resto de la iglesia. El coste total de esta pequeña reforma rondó los 1.345 reales.
Finalmente en 1838 se realizaron importantes obras ante el peligro de derrumbe de ciertos elementos. El encargado de llevarlas a cabo fue el arquitecto vecino de Durango Francisco María de Aguirre. Este nos da una descripción de la iglesia en aquellos momentos, que básicamente coincide con el estado actual, salvo que entonces el techo no estaba abovedado sino que contenía una ripia de tabla de castaño. Otro elemento que también ha variado es la torre, que siempre ha ocasionado problemas y que en 1838 una de sus paredes tenía peligro de derrumbarse. Esta se encontraba en el centro del pórtico poniental enlazada con la pared de la iglesia y sostenida sobre cuatro arcos circulares, uno de los cuales está hoy tapiado. Comenta el arquitecto que sus paredes estaban viciadas, pero que aguantaría si se reedificaba la pared que mira al poniente, que estaba combada, mal atizonada y mal ligada con mediana mampostería y mortero de muy mala calidad.
Otros elementos que precisan de urgente intervención eran los dos últimos arcos elípticos, de los tres que sostenían el tejado anteriormente, ya que se habían movido por efecto de las nevadas. En caso de no aguantar estros tres arcos de madera, se caería el techo con el consiguiente movimiento de paredes laterales, retablos, etc. Propone la sustitución de algunos elementos de madera estropeados y el reforzamiento con planchas de hierro. Finalmente tras la reparación del tejado se procederá a la renovación de toda la teja de la iglesia, sacristía y pórticos, pero no se habla del abovedamiento interior que se realizará no mucho más tarde en 1856 por Antonio de Gandarias. El coste total de la obra ascendió a 6.400 reales.
El estado actual es muy similar a como nos lo describe este arquitecto. Se trata de un edificio de planta rectangular y una sola nave, cubierta por una única bóveda que comienza en el presbiterio y finaliza en el coro, pero que se ve recorrida por cuatro lunetos desiguales en cada pared, muy anchos los que encuadran el presbiterio y mucho más estrechos los del coro. Las aristas de estos lunetos apoyan sobre gruesos pilares cuadrangulares de piedra dotados de amplia basa y dintel, sobre los que también apoyan tres grandes arcos de piedra de medio punto que recorren la bóveda de parte a parte.
Encuadrados en los lunetos de la pared derecha, se encuentran los únicos vanos que iluminan la nave principal. Se trata de cuatro grandes vanos en arco ojival, decorados con arquivoltas, que iluminan adecuadamente el templo.
En la pared contraria ciega se disponen dos primorosas capillas, enmarcadas por los lunetos y que corresponden a diferentes etapas constructivas. La primera, según venimos del altar, cerrada por una bonita cancela flamígera, de piedra y época gótica y decorada con un pasamanos con decoración de bolas, se abre en arco de medio punto moldurado pero sencillo que apoya sobre dos semicolumnas de fuste redondo. Se halla cubierta con una pequeña bóveda de nervios, cuyas aristas apoyan sobre un friso de piedra con la inscripción que hace mención a los propietarios y al año de ejecución, Don Juan Ortiz de Vidásolo y Don Juan José de Olaeta y herederos, año 1527. Esta capilla dispone empotrado en un nicho de arco escarzano y decorada moldura que parece responde a un antiguo enterramiento, un precioso retablito con un relieve del Descendimiento.
La segunda, fue manda hacer por Fernando Abad de Lamíquiz, beneficiado de Mendata, el cual en 1622 pidió permiso al patrón Don Gonzalo Ugarte Zaldíbar y Mallea. Esta se abre en un magnífico arco de triunfo en medio punto, muy planchado, entre pilastras cajeadas que posan en dados que inscriben rombos. El arco renacimiento, su dovelaje está decorado con casetones y sostiene un friso decorado con triglifos y metopas sobre el que se apoya un frontón clásico. Está cubierta por una bóveda de nervios, mucho más decorada la anterior, con pinturas al fresco entre los nervios, cuyas aristas apoyan en un friso con la siguiente leyenda, perteneciente a Don Juan Ortiz de Vidásolo y Lamíquiz y Bulucua, año 1626. Al igual que la anterior presenta un pequeño retablo empotrado en un nicho de piedra en arco escarzano, retablo que alberga dos imágenes de bulto redondo de escaso interés. Asimismo está cerrada por una cancela flamígera de época gótica.
En las misma pared donde se disponen las capillas y a la altura del presbiterio se abre una puerta adintelada que da acceso a la sacristía, pequeño espacio rectangular, muy sencillo y con moderna cajonería, iluminado principalmente por un lucero circular abierto en lo alto, aunque también presenta un pequeño vano adintelado lateral.
Llama la atención en una de las paredes laterales de la misma un pequeño arco de medio punto rebajado, ciego y que apoya sobre dinteles y gruesas jambas de piedra, aunque desconocemos su función.
Como elemento decorativo destaca un aguamanil de jaspe verde adosado. A una de las paredes, y que podía ser el que realizó en 1773 por 1200 reales Juan Urquiza, tallista de Durango, que recibió muchos encargos para esta iglesia.
Finamente destaca el magnífico coro de piedra, situado a los pies del templo y realizado en el XVIII, sostenido por tres hermosos arcos carpaneles adornados con arquivoltas. Apoyan sobre gruesos pilares cuadrangulares de piedra con basa y dintel y la corona una cornisa moldurada sobre la que se dispone una balaustrada de hierro.
Debajo del coro, en su parte central aparece la caja de madera de uno de los dos accesos al templo, aunque no el principal, y junto a ella por el lado izquierdo un pequeño espacio acotado por pretil de piedra y alta verja de hierro forjado donde se guarda una primorosa pila bautismal de piedra arenisca y muy decorada sobre una plataforma circular de piedra. Junto a ella la escalera de acceso al coro, en ele, con su primer tramo de piedra y balaustrada de hierro con pasamanos de madera.
El coro con entablado de madera, dispone de una puerta en arco escarzano que da acceso a la torre.
Exteriormente ofrece un aspecto voluminoso con cuatro recios muros de piedra, sujetada su pared derecha por cuatro grandes contrafuertes aparejados en sillería, en medio de los cuales se disponen los vanos ojivales de iluminación.
El espacio ocupado por capillas y sacristía se aprecia al exterior en un añadido de menor altura y largura que la nave principal.
Recorre todo el edificio un pórtico a tejavaba con buenas losas y magnífico banco corrido aplicado al pretil, de buena piedra sillar hacia el interior y en el que apoyan gruesos postes de madera que sujetan el entramado del tejado.
Actualmente parte del pórtico se encuentra desmantelado ya que se están llevando a cabo obras de reforma.
Como se ha dicho dispone de dos accesos, el principal situado en la parte derecha, se trata de una bonita portada renacentista, manierista, que puede ser que se deba a los canteros Martín de Hormaechea y Pedro Bengoechea que trabajaban en 1635 en la torre. Es un arco de medio con varias molduras enmarcado por dos pilastras adosadas, sobre dados que inscriben cuadrados y rombos, pilastras que sujetan varios cuerpos adintelados.
El segundo acceso a los pies, consiste en un simple arco de medio punto con dovelaje marcado, rodeado por dos grandes arcos de medio punto, formando entre los tres y un cuarto hoy tapiado, un espacio en el pórtico sobre el que se dispone la torre.
La torre-pórtico, situada a los pies, fue un elemento que produjo muchos quebraderos de cabeza. En 1635 estaba siendo retocada por los canteros Martín Hormechea y Pedro Bengoechea. En 1785 precisó de una urgente reparación por parte de Gabriel Capelastegui dado que había sido profundamente afectada por un rayo.
Se trata de un edificio de tres cuerpos reparadas por líneas de imposta y una cornisa de piedra sobre la que se dispone un tejado a cuatro aguas y una pequeña linterna. Dispone en los laterales del segundo cuerpo, dos pequeños vanos adintelados, que se convierten en arcos de medio punto en el último cuerpo. El pórtico rodea la torre y se ciega con un muro de mampuesto a su alrededor, disponiéndose en la parte interna del pórtico de una escalera de piedra que conduce a un descansillo a la altura del primer cuerpo de la torre.
Aparejado de mampuesto, como el resto del edificio, salvo vanos, esquinas, accesos, contrafuertes, presenta restos de cornisas en su fachada que podrían corresponder a anteriores etapas constructivas.
Todo el edificio se cubre a dos aguas, existiendo en la pared izquierda un tejado más bajo que el principal que cubre las capillas y la sacristía.
En cuanto a la decoración interior dispone de varios retablos de particular interés, especialmente el retablo mayor, un valioso ejemplar renacentista. Se desconoce su autor y fecha de su realización, pero pertenece a la época clásica del Renacimiento. En 1670 se procedió a una limpieza, pintura y dorado del mismo. Posteriormente, en 1757, Juan Urquiza, maestro entallador de Lekeitio añadió el basamento del retablo, que fue pintado y jaspeado a imitación del mármol, por Luis Foncueba.
Se trata de un magnifico retablo muy vertical y narrativo,. Que se divide en basamento y cuatro cuerpos, y horizontalmente en tres calles y cuatro entrecalles: dos de ellas laterales y oblicuas y las otras dos dispuestas entre las calles.
El basamento fue realizado en el siglo XVIII. Es partido y se halla pintado imitando al mármol, además de decoración vegetal muchos dorados y las habituales terminaciones en volutas, sostiene un dintel sobre el que se apoya el primer cuerpo.
Este primer cuerpo nos muestra escenas de la Pasión de Jesús. En la calle lateral izquierda se representa la escena de la oración en el huerto, en la derecha el beso de Judas. Se trata de relieves policromados donde el artista conjuga los bajorrelieves al fondo con los altorrelieves al exterior, creando de esta manera la sensación de perspectiva. Estos plafones con escenas están encuadrados por pilastras decoradas con bajorrelieves de santos, que sostienen un friso decorado con cabezas de angelitos. En las dos entrecalles y en las esquinas oblicuas del retablo altorrelieves de santos fundadores dispuestos sobre pequeñas peanas. Todas estas esculturas presentan unas características comunes, cabellos y barbas ensortijados, las anatomías se presentan voluminosas con la musculatura marcada, todo esto se combina con rostros faltos de expresividad y los paños de los mantos trabajados con mucha caída, flexibles, gelatinosos. Todas estas características nos permiten encuadrarlas en la segunda fase del Renacimiento, la Romanista que abarcaba entre 1570 y 1630, aunque parece de fecha más cercana a 1570 porque presentan también una gran movilidad, especialmente en el segundo y tercer cuerpo. En la calle central del primer cuerpo, un Cristo Crucificado enmarcado por pilastras decoradas con bajorrelieves de santos y las típicas cadenetas geométricas de fines del Renacimiento. Las pilastras sostendrán un dintel sobre el que va la imagen de San Miguel, pero interiormente el Crucificado está dispuesto bajo arco carpanel.
El segundo cuerpo, de orden jónico con las calles laterales con plafones enmarcadas por columnas jónicas de fuste estriado. Representan escenas de la villa de San Miguel. El de la derecha presenta una victoria sobre los demonios, y unen a las características descritas para la escultura del primer cuerpo, la de un gran movimiento. Como en el primer cuerpo en las entrecalles figuras de santos y enmarcando la calle central dos de los cuatro Evangelistas sobre peanas cuadradas y bajo arcos de medio punto, casi en bulto redondo y con todas las características de la segunda etapa del Renacimiento incluso esas grandes barbas al estilo del San Pedro de Miguel Ángel. La calle central enmarcada por columnas jónicas que sujetan arco carpanel alberga una imagen arcaica de San Miguel con armadura y lanza matando el dragón. Las columnas jónicas sostienen dos frisos, uno decorado con cabezas de ángeles y el segundo con triglifos y metopas, aparte de las mencionadas cadenetas geométricas.
El tercer grupo, que representa la vida de la Virgen y es de orden compuesto, presenta los plafones de las calles laterales enmarcados por columnas de capitel compuesto y fuste estriado con dos tipos de estrías, el tercio inferior mucho más ancho y los dos tercios superiores más estrechos. El plafón de la izquierda representa la Anunciación y el de la derecha una escena familiar. En las entrecalles, enmarcando la calle central, figuras casi de bulto redondo de los otros dos Evangelistas, con las mismas características que los del cuerpo inferior.
En la calle central encuadrada por mensulones decorados con cadenetas geométricas, escultura de bulto redondo que representa la coronación de la Virgen rodeada de angelotes.
Sobre este tercer cuerpo va un friso decorado con cabezas de ángeles, y en las calles laterales finaliza el retablo en pequeños frontones clásicos que albergan en el tímpano cabezas de ángeles y jarrones en las esquinas.
Sólo sobre la calle central se dispone un último cuerpo enmarcado por columnas de orden compuesto y fuste estriado que sostienen pequeñas pilastras decoradas sobre las que se apoya dintel recto. Alberga grandes esculturas de culto redondo de un Cristo Crucificado y a los lados la Virgen y San Juan.
Este retablo está marcado por la influencia del escultor renacentista vasco Juan Anchieta por la manera de tratar los paños y sobre todo por esos personajes hercúleos y de grandes barbas que él realizaba a imitación de Miguel Ángel.
Se cuenta con otros dos interesantes retablos renacentistas en las capillas. El primero que representa el Descendimiento, de la misma etapa que el retablo mayor, consiste en un único cuerpo enmarcado por cuatro columnistas jónicas de fuste estriado que sostienen un friso decorado con triglifos y metopas y todo el retablo descansa sobre un pequeño cuerpo decorado con cadenetas geométricas. El relieve propiamente dicho, con el fondo pintado, combinando el bajorrelieve en las figuras más alejadas y el altorrelieve en las más próximas creando la perspectiva.
El segundo retablo renacentista es más clásico y severo que el anterior. Consta de un único cuerpo enmarcado por cuatro columnas de orden compuesto y fuste estriado, el primer tercio estrías rectas anchas, el segundo molduraciones imitando vegetales y el tercero estrías rectas de menor tamaño. Estas columnas sostienen un friso decorado con roleos y sobre él un frontón clásico. Alberga dos esculturas de bulto redondo, bajo arco de medio punto y separadas por mensulones de decorados, de poco valor.
Finalmente, y a ambos lados del altar, dos pequeños retablos rococós, realizados por Juan Urquiza por la cantidad de 10.000 reales. Se trata de retablos de un solo cuerpo coronados por remate. Este cuerpo enmarcado por dos grandes columnas de capitel compuesto y fuste estriado decorado todo él por espejos rodeados de abundante rocalla y detalles vegetales. Sostienen varios cuerpos adintelados muy movidos y partidos, en cuyo centro forman arcos de medio punto concéntricos. El mas pequeño de los cuales apoya sobre dos sencillas columnas de fuste liso y decoradas con vegetación, que crea un espacio abovedado decorado interiormente con pequeños casetones. Este espacio alberga las esculturas en bulto redondo de San José, el de la izquierda, y la Virgen, el de la derecha.
El remate sumamente decorado y movido, corresponde al estilo rococó, así como al resto de elementos decorativos, tales como espejos, bustos de ángeles en las esquinas, rocalla, palmas y abundante decoración vegetal. Profusamente dorado sobre un fondo predominante azul claro.
Las imágenes de San José y la Virgen de poca calidad, con un trabajo muy tosco en rostros y manos. El detalle de los paños moldurados nos permite catalogarlos en el estilo rococó, pero de muy mala calidad. A los lados esculturas de los cuatro Evangelistas sobre peanas y cubiertos por frontón y aletones.
El último retablo, también rococó, está situado en un lateral. Consta de dos cuerpos de orden compuesto con columnas rectas de fuste estriado y decorado, y tres calles; la central recta y dos laterales oblicuas. Al igual que los anteriores profusamente decorado y dorado con espejos, rocalla, ces entrelazadas, bustos de ángeles en las esquinas. La imagen central de bulto redondo corresponde a una Inmaculada de escasa calidad.
Por último, y por su calidad decorativadestacar el púlpito situado al lado de la puerta de entrada a la sacristía. Púlpito de hierro forjado, realizado en 1726 por Valentín Ojanguren de Elorrio y Andrés Uribe y que costó alrededor de 1.946 reales. Sumamente decorado con una magnífica balaustrada de hierro de doble pera recubierta de hojas y sobre el púlpito con decoración recortada. Pintado de negro con motivos decorativos dorados.
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