La iglesia de Santa Maria de la Asunción de Bermeo es una obra fundamental dentro de la arquitectura neoclásica en Bizkaia y la Comunidad Autónoma Vasca. Situada frente al notable edificio barroco de la casas consistorial, define uno de los lados mayores de la plaza de la villa pesquera.
El templo, no tanto por su disposición espacial –que tiene precedentes barrocos cercanos en la iglesia de San Nicolás de Bilbao-, sino por el frío lenguaje que emplean sus distintos elementos, especialmente la fachada sin ninguna decoración ni advocación a la virgen titular, es uno de los más significativos del neoclasicismo en el País Vasco.
El pórtico es un trasunto de los templos clásicos comparable al de la iglesia parroquial de Mutriku o al del antiguo hospital de Atxuri, aunque sin alcanzar las acertadas proporciones de otras obras coetáneas como la catedral de Pamplona.
La historia constructiva de este templo es larga y muy compleja. En 1783 el corregidor Colón de Larreategi propuso en un informe sustituir la antigua iglesia de Santa María de la Atalaya. Aunque se presentaron numerosos proyectos de construcción, las obras del actual edificio no comenzaron hasta 1823 siguiendo las trazas del arquitecto Silvestre Pérez.
Las guerras carlistas y otros avatares, impidieron que el templo se concluyese hasta 1858, colocándose el campanario, construido por Acebal, en 1898.
Edificio
Santa María de Bermeo es un edificio colosal en sus dimensiones construido con un lenguaje académico, duro y glacial.
Se configura en un amplio rectángulo en el que se inscribe un gran octógono central al que se adosan cuatro volúmenes cúbicos escalonados formando una planta de cruz latina. En el eje principal los brazos de cruz son: la cabecera con el presbiterio terminado en semicírculo y la profunda nave mayor en la que se encaja el coro. Lo brazos laterales más cortos definen el crucero.
La estructura del templo se basa en cuatro potentes pilares, con exedras para retablos, que soportan una cúpula de ocho cascos sobre pechinas. El resto de los espacios se cubre con bóvedas de cañón excepto el ábside que lo hace mediante una bóveda de horno y las dos capillas adosadas a ambos lados del coro que emplean bóveda de aristas.
Desde el exterior esta nítida jerarquización de volúmenes no se aprecia de manera diáfana debido a que la fachada la enmascara parcialmente y a que la cúpula se trasdosa en un prisma octogonal.
La luz penetra al interior por tres grandes vanos termales abiertos lateralmente en los brazos del crucero y sobre el coro.
La fachada principal, aparejada en sillería cuyas combinaciones cromáticas (tostada arenisca y gris caliza) resultan algo extrañas, está compuesta por dos torres laterales y pórtico al centro. Este último estructurado a partir de columnas y pilastras del orden dórico romano que soportan un entablamento liso y frontón triangular con tímpano desornamentado. Desde allí se penetra al interior mediante un sobrio acceso arquitrabado. Las torres asoman a la plaza por diferentes vanos de variada tipología y una de ellas se cubre por campanario octogonal.
Mobiliario
En lo referente al mobiliario destacan los retablos de los ángulos de la nave cuya mazonería salió de las manos del arquitecto Pedro de Belaunzaran (1869) y las imágenes del escultor José Alcoberro (1871).
También es interesante la Asunción del retablo mayor, estupenda talla romanista, probablemente reaprovechada de la antigua iglesia de la Atalaya, obra de Martín de Basabe. En las pechinas hay pinturas al fresco de los Evangelistas y en las tribunas frescos del Calvario y de la Cena, todo documentado en el pintor Pablo Uranga.
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