La iglesia de San Juan Bautista destaca por la excesiva sencillez y pobreza de su fábrica que le confiere un aspecto despersonalizado lo cual hace muy difícil inscribirla en algún estilo concreto.
Se sitúa a mitad de camino entre Ereño y Nabarniz, precisamente en un promontorio que dominando los caseríos que conforman el barrio de Gabika, que se dispersaron por la ladera de la montaña justo al otro lado de la carretera; en frente de la iglesia se halla la casa cural que tiene una pequeña huerta donde vive la mayor parte del año la hermandad del cura encargado de ésta que guarda la llave de la iglesia y cuida de que esté en buen estado.
Es un edificio de una sola nave rectangular con torre lateralizada, cuya puerta de acceso, resguardada por un pórtico, se halla en el lado opuesto al presbiterio que no termina en ábside o semicírculo sino de forma recta.
La fábrica exterior, conformada a base de mampostería blanqueada, con esquinero de sillar igual que en varías ermitas y caseríos, no es de excesiva calidad, quedando esta fábrica descubierta en la pare trasera del edificio. Destaca a primera vista la baja elevación del conjunto de la que únicamente sobresale la torre del campanario donde además de los cuatro arcos de medio punto que enmarcan la campana, se ubica el reloj en la parte superior del segundo cuerpo.
El interior de la iglesia adolece de la misma falta de personalidad que el exterior. Accedemos a él a través del pórtico que protege la puerta enmarcada en arco de medio punto donde debieron reunirse los feligreses de la parroquia para conservar o tomar decisiones que requerían la opinión de todos. Cuando entramos en la iglesia, justamente en el lado opuesto a la capilla mayor, nos hallamos en un recinto de modestas dimensiones cuyas paredes se hallan remozadas. En el lado izquierdo de la puerta hay una enorme pilastra realizada en piedra caliza, mientras a la derecha hay un pequeño guadamedil. La iluminación viene dada por los vanos situados en uno de los muros laterales, que al exterior se cubren con una red metálica.
El resto del edifico no reviste demasiada importancia puesto que el modestísimo altar situado sobre una tarima de muy poca elevación apenas es destacable puesto que el altar, sin retablo, está conformado por una mesa muy simple y en todo caso se puede destacar una imagencilla sita en el frontis correspondiente a una imagen de San Juan Bautista en forma de niño, que no suele ser demasiado usual; así mismo existe una imagencilla de Nuestra Señora del Rosario, revestible, que se encuentra junto a la puerta de la sacristía. Es esta obra una habitación de reducidas dimensiones en la que sobre la cajonería de los ornamentos se lee un en un rótulo de madera “obras expensas de don Pedro de Kobiaga y Maria Josefa de Ispisua, cónyuges, año de 1882”.
Algunas noticias documentales
La erección de la parroquial de Gabika en 1560 vino motivada por el incremento demográfico que originó el surgimiento de un grupo de caseríos agrupados en una barriada, pero cuyos habitantes en unos momentos de excelente posición económica decidieron erigir una iglesia parroquial propia, que fuera más accesible para las gentes del entorno de forma que a ella acudirían no sólo los vecinos de esta barriada sino de las próximas de las anteiglesias de Ereño y Nabarniz (Akorda, Ikazuriaga...).
Los Libros de Fábrica de esta parroquiana se conservan desde el siglo XVII hasta mediados del siglo XVIII (1748), aunque lo cierto es que los más antiguos están ciertamente deteriorados y se leen muy mal; no obstante se puede comprobar a través de las cuentas constatadas en ellos la precariedad de recursos económicos con que contaba esta anteiglesia puesto que la dotación de diezmos y primicias apenas llegaban para hacer frentes a las mínimas necesidades exigidas para el culto, y a veces ni siquiera eran cubiertas, como se puede comprobar a través de la visita del año de año de 1712, en que, a parte de denunciar el visitador la falta de varios objetos para la celebración de la misa, se alude a la carencia de vidrieras en las ventanas, circunstancia especialmente peligrosa en un lugar donde los vientos suelen ser fuertes, así mismo ordenó el visitador nivelar las tarimas porque estaban más levantadas que otras, cuyos reparos debían hacerse a costa de los diezmos del Conde de Baños, ya que la Fábrica de Gabika carecía de recursos suficientes para efectuar tales reparos, bajo pena de requisición de aquellos, lo cual nos induce a pensar en el escaso interés que mostraban los patronos por el estado de esta pequeña iglesia.
Para el año 1736 se había cumplido los mandatos anteriores, ascendiendo el total de las reformas a 1.700 reales y 9 maravedíes que se costearon, tal como se ordenó entonces, con los productos de diezmos, efectuándose este año unas obras en el recinto de la iglesia que exigían un cambio en la disposición de los elementos que se hallaban en el interior, de forma que el cura Ygnacio de Homavesti informa de la necesidad de trasladar el Altar de Nuestra Señora y de San Sebastián a ambos lados del Altar Mayor donde en esos momentos había dos sacristías, al mismo tiempo que propone la creación de una sacristía decente fuera de la iglesia pero pegante a ella, todo lo cual debía realizarse a costa de los frutos decimales.
No obstante, si se atiende al auto de visita de 1741 parece ser que aún en este año no se había emprendido la construcción de la sacristía nueva que se ordena ejecutar en la mencionada obra así como un aguamecil. Las cuentas consignadas en los años 1741 y 1742 reflejan la realización de la obra, que requirió la apertura de una nueva ventana en el coro de la iglesia con su correspondiente vidriera, que fue llevada a cabo por Ignacio de Ybarechea al que se pagó por su trabajo 365 reales.
No hay ninguna otra referencia documental sobre esta iglesia, excepto algunos datos insignificantes como la reparación de la torre de campanas entre 1743 y 1744, o la realización de una balaustrada realizada para la pila bautismal.
En realidad la precariedad de recursos impidieron llevar a cabo obras importantes en esta iglesia que la dotasen de alguna personalidad artística y de hecho San Juan se inscribe por su sencillez y sus características estructurales dentro de las manifestaciones de arte popular que desarrollaron las gentes que habitaron estas áreas rurales de caseríos dispersos.
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