De este antiguo convento de Santa Maria levantado en la Isla de Izaro, así como de la ermita de La Magdalena, sólo quedan ruinas. Este convento fue fundado por el Obispo de Calahorra, Don Diego López de Zúñiga en 1422, tras haberle sido donada a la isla de Izaro por la Villa de Bermeo. Asimismo, hay noticia de que la reina Isabel la Católica en su visita al convento el 18 de setiembre de 1483 hizo donación de unas joyas para sufragar la construcción de una escalinata para facilitar el acceso al convento. La escalinata tenía unos 254 escalones de los que en la actualidad sólo quedan dos. También hicieron donación de 16.434 maravedís para la fábrica de un vestuario para los monjes.
Lo aislado del lugar exponía a los frailes no sólo a las inclemencias del mar, sino también a los ataques de embarcaciones enemigas. Como testimonio de estos avatares del convento recogemos el siguiente episodio:
“(...) el año de mil quinientos y noventa y seis a primero de Septiembre, siendo presidente de dho convento de Yzaro el Padre Fray Juan de Zabala llegaron catorce Navíos de erexes de la Rochela sobre Bermeo y saltando algunos soldados de ellos en la dha Isla de Yzaro quemaron el Conbento, dormitorio, Ordenación, Refitorio, Cocina y Bodega (...)”.
Así pues, en 1569 el convento s hallaba en ruinas. Para afrontar su reparación los monjes elevaron una súplica al rey Felipe II. A la situación de aislamiento se solucionó en 1714 cuando Francisca González Palacio y Ángela de Estalaio, madre e hija, vecinas de Forua, donaron “en quanto al dominio y propiedad” la casa Bolialdea de Arriba y dos heredades para que se trasladasen allí los religiosos del Convento de Izaro. La mudanza y abandono del Convento de la isla tuvo lugar en 1719.
En la actualidad es posible ver la huella de esas reconstrucciones. Se aprecian restos que, en opinión de Anton Erkoreka, pueden corresponder, al menos, a dos estructuras diferentes en torno a un patio cuadrado que tiene un pozo en su centro: “Hoy en día se identifica claramente donde estuvo ubicada la “iglesia nueva” y al norte de la misma no se distingue más que un mar de cascotes. Si desescombráramos esa zona del recinto aparecería, posiblemente, el pavimento de la primitiva iglesia bajo el cual están enterrados los cuerpos santos”.
El citado Anton Erkoreka ha elaborado una reconstrucción aproximada del conjunto conventual a partir de los restos de fábrica. A su parecer, el conjunto tenía una superficie total de 1.500 m2. Disponía de una bella iglesia, contrariamente a la generalidad de las iglesias, orientada su ábside hacia el Oeste. Respecto al conjunto, la iglesia se ubicaba en la parte izquierda del mismo, al oeste de la entrada al convento. Hacia el norte, frente a la iglesia, se adivina un patio, con un pozo labrado en piedra, alrededor de los cuales se encontraban las estancias de los frailes. Hacia el Este hay un gran aposento, más allá de cual se descubren otros muros. Al Oeste, detrás de la iglesia, hay otras dos salas que A. Erkoreka identifica con la zona de cocina y servicios y, bajando hacia la orilla del mar, un huerto rodeado de muros. Aún quedan restos de la espadaña que debió erguirse sobre el lienzo oeste de la iglesia, un lienzo en el que abre una ventana mirando hacia Bermeo y las dovelas de la puerta de entrada de la iglesia. De la escalera de acceso encargada construir por la reina Isabel La Católica quedan los restos de los primeros escalones, piedras de sillería bien cortada. También hay restos de la calzada que iba desde la escalinata hasta la puerta de convento.
Del patrimonio mueble no han llegado hasta nuestros días más que varios cuadros e imágenes. Algunos en mal estado de conservación y dispersos en su mayoría. La calidad de algunos de ellos dejan patente cuál debió ser la riqueza del patrimonio del convento de Izaro. La mayoría de éste estaba constituido por donaciones, siendo la más destacable la tabla flamenca de “la Virgen y el Niño” de Quentin Messys o Meytis. El cuadro fue donado por Isabel de Valois, esposa de Felipe II; al hacer el traslado de Izaro a Forua los frailes llevaron consigo el cuadro. En 1812 estuvo recogido por los franceses para ser llevado a París, pero consiguió ser salvado. Con la desamortización el cuadro fue recogido por la Comisión de Monumentos históricos y artísticos de Vicaya. En, 1931, en el periódico “El Pueblo Vasco”, se apuntaba que el cuadro había sido restaurado por Antonio Plasencia y estaba expuesto en la Galería de la Santa Casa de la Misericordia en Bilbao. Según Antón Erkoreka, el cuadro sigue allí y ha sido recientemente restaurado. Ateniéndonos a su descripción, el cuadro está pintado sobre una tabla de 73,5 cm de alto y 41 cm de ancho. Está pintado con colores fuertes. El autor Quentin Massys, Matsys ó Metsys ó Messys fue un pintor flamenco que vivió entre 1645 y 1530.
Otro cuadro era el de María Magdalena, cuadro que no se ha hallado. El cuadro pertenecía a la ermita de Santa Magdalena y en 1844 se hallaba en el Museo de Pintura de Bilbao.
Entre las imágenes se encontraban: una imagen de la Virgen, en la actualidad en la iglesia parroquial de Elantxobe, una cruz procesional, un Cristo de bronce de siglo XVIII y varias imágenes de santos:
+ En la iglesia de San Nicolás de Bari en Elantxobe se encuentran dos imágenes con hábitos antiguos de la orden franciscana: San Antonio de Padua y San Diego. A. Erkoreka data en el siglo XVIII, posteriores saqueos. En la misma iglesia también se hallan dos imágenes menores: San Antonio y San José, así como seis tablas populares, de 50 cm de alto y 36 cm de alto. En ellas se representa la vida y milagros de San Francisco, obra de factura popular, similar a exvotos castellanos y andaluces de los siglos XVII y XVIII.
+ En el convento franciscano de Forua se conservan tres imágenes, una de abrazo entre San Francisco y Santo Domingo, una de San Pascual Baylón y otra de un santo franciscano.
+ En Almike: algunas imágenes franciscanas que se exhiben en la iglesia, así como los retablos que había en San Juan de Gaztelugatxe.
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