El Convento de los Padres Franciscanos de Forua, situado en el barrio Elexalde, fue fundado por el obispo de Calahorra Don Diego López de Zúñiga en 1422, tras haberles sido donada la isla de Izaro por la Villa de Bermeo. El convento en la isla corría graves peligros aparte de la ruina en que se hallaba el edifico expuesto como estaba a las inclemencias del mar:
“(...) el año de mil quinientos y noventa y seis a primero de Sepre. siendo presidente de dho. Conbento de Yzaro el Pe. Fray Juan de Zabala llegaron catorce Navíos de erexes de la Rochela sobre Bermeo y saltando algunos soldados de ellos en dha. Isla de Yzaro quemaron el Conbento, dormitario, ordenación, Refitorio Cocina y Bodega (...)”.
Así en 1714 Francisca González Palacio y Ángela de Estalaio, madre e hija, vecinas de Forua, donan “en quanto al dominio y propiedad” la Casa de Bolialdea de Arriba y dos heredades para que se trasladen allí los religiosos del Convento de Izaro, edifiquen y funden iglesia y convento. La mudanza tendrá lugar en 1719. La primera residencia de los Franciscanos en Forua fue derruida tras la venta durante la Desamortización hacia 1848. De este año procede la tasación de los bienes que poseía el Convento, entre ellos el edifico del Convento:
“Este edifico se compone de piso bajo y dos altos de habitación con su correspondiente iglesia. Cuya construcción tanto por su exterior como por su interior es de piedra sillería y mampostería, hallándose enlosado la mayor parte del pavimento del piso bajo; los machones y arcos que forman el cuadro del patio son de fábrica de ladrillo, así como también las divisiones interiores que en el día existen en los pisos los que se hallan entablados. La superficie que ocupa el todo de este edifico con inclusión de la huerta y arbolar que la circundan es de tres mil cuatrocientos cuarenta y cinco estados, cuarenta y nueve pies cuadrados (...)”.
En 1889 retornan los Franciscanos a Forua tras donarles el terreno para construir el del actual convento Dª Dolores de Calabria Galicia. El convento es un conjunto formado por la residencia conventual, la iglesia y el frontón cubierto. La residencia posee una planta rectangular y dos pisos; dividido en tres cuerpos, el cuerpo del homenaje se adelanta ligeramente en triple eje. Los laterales se ordenan en seis ejes de vanos, en perfecta simetría: la horizontabilidad y solidez del edificio se remarca mediante molduras que recorren la fachada traduciendo al exterior la distribución interna del espacio.
En sentido perpendicular a la residencia se alza la iglesia. Consta de una sola nave con el pórtico a los pies, ligeramente adelantado; el pórtico está formado por un frontón que se apea sobre dos columnas. Sobre él el hastial rematado en sus esquinas por contrafuertes acabados en pináculos; en el centro se abre un amplio vano termal.
En la cabecera se levanta una torre paralelepipédica con cubierta campaniforme. En el campanario se abren cuatro vanos de medio punto decorados con pilastras sobre las que se apean frontones curvilíneos rematados por pequeños oculos. La transición entres los tres cuerpos de la torre viene marcada por gruesas molduras.
Así pues, los elementos arquitectónicos utilizados son heterogéneos: clásicos, elementos que recuerdan la arquitectura en madera (cubierta campaniforme de la torre), cierto “barroquismo” en la decoración de la torre...; todo parece indicar la posible adscripción de estos edificios a las corrientes artísticas de finales del XIX: revitalización de estilos clásicos-gótico o intentos de reproducir los palacios franceses del Renacimiento.
Mobiliario
En la documentación se pueden encontrar varios inventarios de los bienes del convento, entre ellos una petición del párroco de Lumo D. Bartolomé de Arteta qué solicita se le permita trasladar los efectos del Convento a la Parroquia de San Pedro de Lumo, entre éstos:
“(...) un tabernáculo, altar, Púlpito, Cajones de Sacristía, enrejados del Presbiterio, dos campanitas, un pequeño organillo enteramente derrotado(...)”.
El mobiliario no era muy rico y a él habría que añadir trece cuadros de tabla pintada. Aunque entre ellos sobresale una tabla titulada “La Virgen con el Niño” de escuela flamenca, pintado por Quintín Metsys, que fue llevado de Forua a Bilbao, en concreto al convento de San Mamés. Desaparecido este Convento en 1834, el cuadro se localizó en la Santa y Real casa de Misericordia de Bilbao, donde habría sido restaurado por Plasencia, ignorándose en la actualidad su paradero. Dentro del mobiliario que hoy en día se conserva destaca una talla de San Francisco.
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