La casa torre vizcaína tiene su forma peculiar; a veces, modesta si la comparamos con construcciones netamente militares de otros lugares. Se aleja de la grandiosidad de los castillos clásicos castellanos porque su función fue distinta; mientras que aquellos eran fortalezas de carácter ofensivo-defensivo contra pueblos enemigos, la casa torre, como ya se ha dicho, era la vivienda de los Parientes Mayores, jefes de un linaje o bando, que defendían su pequeño territorio del bando opuesto.
Hay quién dice que la torre vizcaína se halla más emparentada, en su origen, con el primitivo Donjón francés o el Keep inglés que con el castillo español. El parecido se difuminará cuando, en el siglo XIV, construcciones francas e inglesas adoptaron su definitiva y característica forma circular. Pero, en torno, al XI, fueron de madera y cuadrilongas, pasando en los siglos XII y XIII a construirse en piedra, manteniendo aún su planta cuadrada. Se trata de la misma evolución que podemos suponer para la torre vizcaína.
José Ángel Barrio Loza y otros (Arqueología, Urbanismo y Arquitectura histórica) apuntan varías razones que motivarían la sustitución de la madera por la piedra. "En primer lugar, la búsqueda de prestigio por parte de los banderizos, favorecida por su prosperidad material. De ser simples hidalgos destacados en el seno de una comunidad pasaron a ser los controladores de toda la actividad económica de una determinada zona. La nueva situación exigía mansión adecuada que, lógicamente, había ser de piedra, el material noble por excelencia".
Otra sería "las necesidades bélicas, sobre todo tras la generalización de las pequeñas piezas de artillería contra las que las construcciones de madera apenas podían ofrecer resistencia, sin olvidar la simple vulnerabilidad de éstas frente al fuego".
La casa torre vizcaína ha sido generalmente de planta cuadrangular o rectangular (cuya anchura media de unos 10 m) de gruesos muros de mampostería (1 m a 1,50 m de grosor medio en la base) con esquinales de piedra. No sobrepasan los 18 ó 20 m de altura, habiendo quedando reducidas la mayoría, después de las disposiciones reales de rebajamiento, a 10 ó 12 m. Los huecos son estrechos, escasos y altos. Pueden tener una o dos puertas, y, en este caso, la segunda se encuentra a la altura del piso principal, a la que se llega por una escalera exterior de piedra que puede estar defendida por un cadalso. Las puertas únicas se defienden con una ladronera alta, preparada siempre para arrojar el aceite hirviendo y el plomo fundido sobre la cabeza de los asaltantes. Las saeteras y el almenado en que terminan los muros, con su correspondiente paseo de adarve, son elementos que no faltan casi nunca, así como los cubos de las esquinas.
El mejor medio defensivo de la casa torre residía en el grosor de sus muros. La escalera exterior es uno de los rasgos más típicos. Su defensa se efectuaba por medio del cadalso o voladizo de madera, que impedían acercarse al enemigo puesto que desde ellos se arrojaban líquidos hirviendo.
La cubierta podía ser de terraza enlosada a modo de azotea o en forma de tejado. La entrada podía estar constituida por una sola puerta, ojival, adovelada, defendida por una ladronera sobre matacanes o por aspilleras laterales, o bien, había otra puerta superior a la altura del primer piso a la que se subía por medio de una escalera exterior de piedra que recibía el nombre de patín, defendidos por cadalsos o voladizos de madera, especie de balcón defensivo desde el que se arrojaban flechas o materias derretidas contra el o la asaltante. En los muros suele verse las estrechas aberturas de las saeteras y pocas ventanas, largadas. En cuanto al remate superior de las torres, pocas han conservado sus almenas y cubos a causa del recorte sufrido por mandato de los reyes. Sobre los muros suele advertirse algunos salientes de piedra que son modillones o sobre los que asentar el cadalso o construcción exterior de madera para defender la torre.
Las primeras torres, pensadas como edificios meramente militares, supeditaron por completo su forma a la función. Ninguna de las torres que han perdurado hasta hoy conservan totalmente la forma que tuvieron las más antiguas, con lo cual debemos limitarnos a imaginar su aspecto a través de referencias documentales sobre ellas. Así pues, serían edificios trabajados a cal y canto, con numerosos voladizos de madera en forma de matacanes y cadalsos ampliamente aspillerados y con cubos y almenas, aunque a falta de troneras (que aparecerían con el uso de las armas de fuego).
La torre urbana, como la casa torre de Ertzilla, copia, en sus primeros tiempos, los modelos existentes en el campo, integrándose, sin grandes esfuerzos, en el conjunto urbano. En ocasiones, forma parte de las murallas que rodean la villa, ejerciendo el papel de torreones encajados en ellas. En cualquier caso, suelen presentar características propias: accesos más amplios, más ventanas...
Los elementos decorativos de las casas torre son muy escasos, centrándose con mayor profusión en la fachada, donde se sitúa el escudo familiar y en la que puertas y ventanas se adornan con diversas molduras.
El escudo familiar estaba en casi todas las casas torre (Arteaga, Oka, Muxika...) situado en el lugar más visible; por lo general, sobre la clave de la puerta principal, cumpliendo el fin de informar acerca de sus moradores. Podía estar esculpido en piedra arenisca o en caliza. Al comienzo debieron ser de pequeño tamaño, sin mayores accesorios que la propia divisa o cuartel, ya que los primeros escudos se limitaban a una cruz o una simple figura. Con el paso del tiempo se recargó cada vez más, modificándose en la misma medida que lo hizo la torre, que pasó de escueto torreón a ser una casa torre.
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