Durante muchos siglos, los clanes vascos estuvieron divididos en dos grandes bandos: el oñacino y el gamboíno, cuyas continuas guerras tenían dividido el País y habían sembrado el pánico entre campesinos.
Lope García de Salazar, uno de aquellos banderizos, escribió en el siglo XV un conjunto de libros a los que tituló “Las Bienandanzas e Fortunas” en los que relata numerosos episodios relacionados con las banderías. Este autor, seguramente recogiendo la tradición popular, remonta el origen al tiempo en que Araba y Gipuzkoa eran del Reino de Nafarroa, cuando la tierra se gobernaba por “Hermandades”, y relata que habiéndose juntado éstas Hermandades como todos lo años, el primero de Mayo, para hacer sus cofradías, debieron realizar el rito de llevar grandes candelas de cera, de 100 o 150 kilos de peso, a ciertas iglesias. Surgió una discusión porque unos querían llevarlas a hombros y otros a pie, bajo mano. El alboroto fue a más, convirtiéndose en tumulto; los primeros, gritando a hombros, “que decían en vascuence gamboa que quiere decir por lo alto” y los otros “decían en vascuence oñas, que quiere decir a pie”. Tanto porfiaron los unos y los otros que llegaron a pelear, muriendo mucha gente de unos y otros.
Para Julio Caro Baroja 2es probable que la división quedara condicionada por la enemistad de dos grandes linajes en su origen. Y uno el de los Mendoza que, en una época en que el Condado de Araba andaba revuelto, parecen haberse inclinado hacia Castilla, y el otro el de los Guevara, que se inclinaban más hacia Navarra".
La adhesión a bandos fue tardía en Bizkaia y tuvo lugar cuando los Butrón y los Abendaño se definieron como oñacinos y gamboínos, respectivamente. Tal vez debido a la tardanza, se mantuvieron las luchas aquí durante más tiempo que en el resto de Euskal Herria.
En el siglo XV, los campesinos y las Hermandades, temerosos de las pendencias y desmanes de los Parientes Mayores –los únicos interesados en mantener las discordias- acudieron a Enrique IV en busca de ayuda. El rey hizo derribar o quemar numerosas torres o privarlas de sus elementos guerreros. El reinado de los Reyes Católicos y las medidas ordenadas por estos, recortando drásticamente el poder de los Parientes Mayores, potenciando las Hermandades y dictando nuevas ordenanzas en los pueblos y en las villas para que no se siguiese “voz ni apellido” de Pariente Mayor, significaron la definitiva desaparición de los banderizos y de sus fortalezas. (Fernando el Católico prohibió en 1498, que en adelante se construyesen en Bizkaia nuevas casas fuertes). Los últimos conflictos armados de importancia se dieron poco antes de la guerra de las Comunidades.
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