Hasta la segunda carlistada (siglo XIX) Bizkaia era responsable de su defensa militar. La protección de su costa también era responsabilidad suya. Para hacer frente a los posibles enemigos que venían por mar se construyeron fuertes marítimos en el siglo XVII. En Busturialdea fueron edificados, pero, desgraciadamente, ninguna estructura ha perdurado hasta nuestros días. En el número 31, agosto de 2010, de la revista Nora, Anton Arrieta, ha escrito un artículo titulado Bizkaiko Jaurerriaren Itsas Kanoitegiak (Fuertes marítimos en el Señorío de Bizkaia). En él nos hemos basado para preparar este apartado.
En la Ley Vieja los y las vizcaínos teníamos que defender nuestra tierra. La parte más débil era el litoral marino, ya que los y las enemigos podían aparecer en cualquier momento. Cuando Castilla o el reino de España entraba en guerra en cualquier parte del mundo, tenía incidencia, aunque fuera transversalmente, sobre la costa vizcaína. La población tenía que estar preparada para impedir que sus posibles enemigos tomasen tierra. Entre los siglos XVII y XIX había cierto temor ante la posibilidad de que ingleses, franceses u holandeses llegaran a la costa de Bizkaia.
En aquella época era común que una vez al año se hiciera alardes, para agrupar a los hombres y formarlos en armas. Pero en épocas de guerra, la Diputación General, aprobaba la normativa y la enviaba a los municipios, para que la cumplieran. Todos los hombres, de entre 18 y 60 años, cada cual en su pueblo, armados con fusil y bayoneta, tenían que formar compañías que constaban de 50 personas. Como cabeza de la compañía, estaba el capitán. Se formaban en todos los días festivos, mientras duraran los peligros.
Además, tenían que revisar los cañones y el fuerte, y debían de aprovisionarse de pólvora, de proyectiles y de otros materiales. Los artilleros eran los propios vecinos del entorno. En muchos lugares de la costa como Burgoa (Bermeo) y Ogoño (Elantxobe) –más información en www.urdaibai.org y Señeros- se situaban atalayeros para vigilar la llegada de los enemigos. Los atalayeros disponían de un código exacto conformado por una bandera y tres columnas de fuego. De esa manera informaban sobre si venía una sola embarcación o un grupo, de la dirección por la que venía, si estaba cerca o lejos...
En esos casos, la Diputación General enviaba un grupo de hombres –unos mil- a la costa, mientras que el resto de los y las vecinas armadas se quedaban en los pueblos. También estaba regulado hacía donde tenían que ir las compañías de los pueblos y, en general, era siempre el mismo lugar. En 1779, los lugares de reunión en Urdaibai eran éstos: Bermeo, Mundaka, Elantxobe y Ea.
Esos dos nombres son los que se usan en la documentación para denominar las construcciones. Castillito, por estar muchas veces rodeadas por un muro perimetral. Ese tipo de fuerte se convertía en una fortaleza, también desde el punto de vista de la arquitectura.
Los primeros fuertes fueron construidas por el Ayuntamiento de Bilbao, en el siglo XVII, con el objetivo de cerrar la ría por ambos lados a los posibles enemigos. Un poco más tarde, el Señorío de Bizkaia los extendió a toda la costa y además se hizo cargo de su mantenimiento.
A la hora de decidir sobre dónde construir los primeros fuertes se consideró que la mejor ubicación era el mismo nivel del mar (puertos, playas…), para poder realizar así tiros directos. Pero viendo el daño que podían sufrir sus propias embarcaciones y pensado que una vez los enemigos tomasen tierra iba a ser imposible defenderlos, en el siglo XVIII se decidió trasladar el fuerte marítimo a la parte alta de los acantilados. La mejora de los cañones y la longitud del tiro elíptico también influyeron en el cambio de ubicación.
El fuerte disponía como mínimo de parapeto, con agujeros para cañones, y de tejado, para guardar las herramientas, la pólvora y los proyectiles. Si para almacén no hubiera sido construido casa alguna, cualquier otro edificio (las ermitas, muchas veces) podían ser aprovechadas para tal fin. Entre las fortalezas también existían construcciones más desarrolladas, con todo su perímetro amurallado y, de vez en cuando, cerrado con foso. La mayoría de las veces, disponía de tejado para los artilleros. La parte superior de los parapetos y los bordes de los agujeros para los cañones eran de sillería de caliza, y así son los que hasta la actualidad han perdurado en (en Busturialdea ninguno). El suelo de los agujeros para los cañones, en cambio, es de losa.
Durante los inicios del siglo XIX perduraron sin ningún altibajo los fuertes del Señorío, pero en la primera carlistada (1833-1839) los carlistas construyeron nuevos fuertes, para hacer frente al fuego de las embarcaciones liberales.
Así, por ejemplo, junto a la ermita de Santa Katalina, se pueden observar los restos de una antigua fortificación muy modificada, el Fortín de Santa Katalina, en el que, en 1832, un año antes de la declaración de la Primera Guerra Carlista, se presenta a la Diputación Foral del Señorío la necesidad de retejo que tiene, “donde está depositada la pólvora y para que consienta que mientras las obras se realicen se traslade interinamente a otro punto cercano y seguro para que la guardia de cinco hombres, que de día y noche mantienen en él puedan encender fuego y hacer sufrible la fatiga de la actual estación de invierno, socorriéndoles, además, con cuatro cuartas de aguardiente, luz y leña necesarias. Se dispuso que la pólvora pasara de la ermita de Santa Catalina al archivo que la anteiglesia tiene en su parroquia de Santa María, donde permanecerá hasta que la Diputación resuelva lo conveniente”. En 1833, ya iniciada la guerra, se nombran varios oficiales para la dirección de Artillería en el fortín de Santa Katalina. Al mismo tiempo, se señala “que no estaría de más que la Diputación se sirviera reconocer, a través de inteligente, las baterías de este fortín, para asegurarse de si están servibles y evitar desgracias”. Este fortín poseía dos cañones. Esta zona tendría, probablemente, una utilización posterior durante la Guerra Civil.
Esa tendencia fue aún mayor con la segunda carlistada (1872-1876) con la intención de proteger los pueblos de la costa (Mundaka y Bermeo) de los navíos liberales.
Tras la segunda carlistada los Fueros de Bizkaia fueron suprimidos y, por tanto, la vigilancia de los límites de Bizkaia quedo en manos de la armada de España. Bajo su responsabilidad quedaron todas las fortalezas que custodiaban la costa.
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