El actual Castillo de Arteaga ocupa una posición privilegiada del barrio de Ozollomendi de Gautegiz Arteaga, dominando la ría de Urdaibai. Los emperadores franceses, Napoleón III y Eugenia de Montijo, acometieron la recuperación de la vieja torre, de los Arteaga, en agradecimiento al nombramiento de su hijo Eugenio Bonaparte como vizcaíno de origen, por las Juntas Generales de Bizkaia en 1856, puesto que su madre era propietaria del solar de Arteaga.
El primer edificio correspondiente a la casa-torre de Arteaga del que tenemos referencias más o menos fidelignas nos remite al siglo XV. Pero, antes, vamos a situarnos un poco en la línea generacional de las casas solares de Gautegiz y Arteaga. Entre tanto, comentaremos las características de las distintas casas torre de Arteaga.
Probablemente, Joannes Roiz de Abendaño fue el Señor de Aramayona y contrajo matrimonio con María de Gauteguiz de Arteaga, y de esta manera se posesionó de las casas de Gautiguiz, Artiaga y Mújica.
María y Joannes tuvieron tres hijos: Juan Galindez fue el primero que pobló Muxika; Fortún García de Abendaño heredó los solares de Gautegiz y de Arteaga; y la hija María casó con Sancho Hurtiz de Zamudio.
Fue el hijo de Fortún, Hortún García II de Abendaño o Artiaga, quien apeó la casa de Artiaga y la edificó a su gusto. Fue el primero de esta casa de Arteaga que juntó vasallos y rentas, adoptando por símbolo de armas, encino verde en campo de plata. Tuvo dos hijos: Pedro Hurtiz de Arancibia y Joannes Pérez de Abendaño, y fue muerto a traición por el rey Pedro de Castilla en Villareal de Álava el año 1356. Dejó como hijo y heredero de Arteaga a Martín Roiz, segundo de Arteaga y Abendaño, con quien comienza propiamente el esplendor de esta casa solar vizcaína.
En 1395, Adán de Yarza y su hijo García -del linaje de los Gautiguiz-, y Pedro Hurtiz de Abendaño –hijo de Hortún García segundo de Arteaga-, se enzarzaron en litigios tontos, por causa de molinos y corrió sangre a raudales, entre ellos la de don Pedro.
El hijo mayor y sucesor de Martín Roiz fue Fortún García III de Arteaga y Abendaño, que contrajo matrimonio con María Manrique, de quién enviudó tempranamente para volver a casar en segundas nupcias con María Inés Juan de Butrón y Mújica, hija de Gonzalo de Gómez de Butrón y de María Alonso de Mújica.
La Casa Arteaga fue fundando distintas casas fuertes y vinculándose matrimonialmente con otras grandes casas linajudas. Así proceden de la de Arteaga la de Montalbán en Arratzu, la de Azcúnaga de Forua, la de Albiz de Mendata, la de Barrutibaso de Kortezubi, la de Ajangiz...
Acaecía el mes de junio de 1468. en medio de las tensiones de aquel año, Juan Alonso, señor de Mújica, retó al de Arteaga en los campos de Rentería; el primero enfrentaba dos mil hombres contra los mil de Arteaga; pero García de Santo Domingo, corregidor de Vizcaya, les pidió que se sentarán a la mesa del diálogo para concertar la paz. Se cuenta que andaban convenciendo a Mújica cuando aparecieron sus aliados de las casas de Getxo y Martiartu y sin dar oídos a la tregua, saltaron como fieras contra los de Arteaga. Hubo muchos muertos, entre ellos, Joannes de Arteaga. Hicieron además prisionero al caudillo Fortún de Arteaga, que pagó su cautiverio y el de sus amigos a cambio de que sirvieran inmediatamente a Juan Alonso.
Más tarde, Juan Alonso, incumpliendo su palabra, atacó de nuevo la casas de Arteaga, quemando sus casas, las de Sagarminaga, las de Sierra y Belendiz, y hasta les robó las prendas de menor cuantía, dando muerte a muchos, arrojando a los demás a Arratia y a Gipuzkoa, no dejando por los contornos a ningún arteagués.
Entre las ruinas mismas la revancha estaba por llegar, pues tras su cautiverio, Fortún García de Arteaga tomó todo el tiempo necesario para prepararse a fondo, con arreglo al arte militar más avanzado de la época. Terminó las obras el año 1476.
Aquella Casa-Torre de entonces –en 1476- estaba dotada de foso, puente levadizo y sólida puerta de herraje, rodeándose por un muro y una cerca externa de 2,10 m de grosor, coronada por almenas de 5,75 m de altura.
En los cuatro ángulos se colocaron otros tantos torreones o cubos de 5,10 m de radio los orientados al sur y 3,55 los del norte, dotados todos de culebrinas (antigua pieza de artillería, larga y de poco calibre). En el centro de la fortaleza se levantó la Torre en si a una distancia de 11 y 15 m de la muralla, con una planta de 17 y 12 m de lado.
Con aquel nuevo y flamante edificio, lograron los de Arteaga retar, esta vez victoriosamente, a su enemigo de Muxika, a los ocho años de la derrota arteagueña en Rentería.
Esta vez, Arteaga reunió bajó su mando a los de Urdabay (en Foru), Albiz, Meceta, Barrutia, Zubiaur, Sagarminaga y Madariaga, venciendo por fin a los Mújica que habían unido sus fuerzas con los de de Butrón, Arechunaga, Yarza, Ugarte, Cadalso, Guecho y Martiartu. La batalla tuvo lugar en los campos de Kortezubi y la propia Gautegiz Arteaga, en Lezertu, Orue, Zelaieta y Ozollo.
Poco más tarde llegaría por fin la paz.
El 24 de Octubre de 1496 el linaje de los Arteaga fundo mayorazgo de su casa nativa y vinculó a ésta la casa de Avellaneda.
El protagonismo de la casas se va personalizando uno a uno en sus descendientes, como queriéndose desvincular de la casa solar que tantas tragedias había provocado sirviendo al mismo tiempo de mismísimo escenario para aquellas masacres. Se olvidaron de su pasado incluso de bautizar sus hijos con los antes repetidos Martín o Fortún. Aparecían entonces nombres y títulos como Fernando de Arteaga y Gamboa, sucesor de Juan de Arteaga, y heredero del solar de los Arteaga y casa de Avellaneda, Pedro de Arteaga y Gamboa, María de Arteaga o Ignacio de Arteaga.
La casa de los Arteaga, poco a poco, entra en decadencia, porque sus dueños y señores estaban más atentos a la corte de España, donde gozaban de gran prestigio. Debido a que la casa solar de Arteaga fue muy descuidada, desde la mitad del siglo XVIII, su torre central quedó convertido en una casa de labranza, un poco más elevada que las demás, conservando siempre intactos su muro exterior y sus cuatro cubos o torreones almenados.
Tras la muerte de don Pedro, en 1622, la propiedad fue pasando de familiar en familiar, hasta la aparición de un hermano: Cipriano de Portocarrero., Coronel de Artillería, que tuvo dos hijas. La mayor nacía en Granada.
El 5 de mayo de 1826 amaneció María Eugenia de Guzmán y Portocarrero, a la postre afamada Emperatriz de Francia, “Hija de los Condes de Montijo... Heredera del antiguo solar de Arteaga, nieta de los insignes Fortún, Sancho, Martín Ruiz, Joannes y Pedro Gamboa de Arteaga, hijos de linaje de la casa-torre de Arteaga”.
En 1851, esta bella señora de ojos azules y melancólicos, paseaba por unas fiestas en el Elíseo de París, cuando Napoleón III, Carlos Luis Napoleón Bonaparte, se fijó en ella. Así, el día 2 de diciembre de 1853, ya con un año de título imperial, se casó con ella.
Arteaga era imperial, mientras el imperio francés necesitaba urgentemente un heredero. El 14 de marzo de 1856, nacía Eugenio Luis de Juan José Bonaparte.
La noticia del nacimiento del vástago imperial llegó a Bizkaia. El 16 de julio de 1856, en sesión de Juntas Generales, el príncipe recién nacido, fue nombrado “bizcaino originario”.
El 13 de septiembre de 1856, a petición de las Juntas, se reunieron los comisionados vizcaínos con la recién creada familia en Villa Eugene, residencia imperial en Biarritz, y al día siguiente se celebró un banquete de gala en la cercana Baiona, donde Napoleón desplegó un mapa de la cornisa cantábrica y preguntó dónde se encontraba el solar de los antepasados de su esposa, que ella desconocía, quedando sorprendidos ambos al conocer que desde el mismo Sena podrían ir navegando hasta casi las puertas de la casa-torre.
El emperador quedó interesado y pidió un ejemplar de las leyes del Fuero de Bizkaia, ordenando a la Fábrica Nacional de Sevres tres jarrones de porcelana con los rostros de la emperatriz, de él mismo y del vizcaíno originario Eugenio Luis Juan José Bonaparte, para que fueran enviados a la Diputación de Bizkaia, donde aún se ostentan, como asimismo una gran lámpara de bronce dorada con más de 70 luces, regalo de la emperatriz.
En agradecimiento a ese nombramiento los emperadores franceses, Napoleón III y Eugenia de Montijo, acometieron la recuperación de la vieja torre, de los Arteaga.
El proyecto se lo encargaron en 1856 al arquitecto francés de los Sitios Imperiales, Couvrechet, para que hiciese, bien una reparación completa del castillo o bien una nueva construcción. El arquitecto se inclinó por la segunda opción, la construcción de una nueva torre porque la vieja no se adecuaba a las necesidades de una residencia imperial. Esta opción de reconstrucción estuvo muy influida por el criterio restauracionista de Eugéne Viollet-le-Duc, de recuperación de la imagen inicial.
Así se levantó en aquel paraje de Arteaga un palacio neomedieval, torreón neogótico a modo de torre del homenaje inspirado en la arquitectura gótica francesa, muy influido por la recuperación que el Romanticismo hizo del estilo gótico. En cuanto al círculo de relaciones, se puede señalar que es una trascripción literal del donjón de Beaucaire en el Midi francés. De la vieja torre sólo se reaprovecharon parcialmente los muros exteriores, en los que se abrió una aparatosa portada.
A los tres meses de iniciada la obra falleció Couvrechet siendo sustituido por Ancelet, arquitecto también de la Casa Real francesa, quien introdujo pequeñas modificaciones.
La Torre de Billela (1852) en Mungia, la ermita de Santa Ana (1864) en Areeta-Getxo, y este castillo son los primeros ejemplos de estilo neogótico de Bizkaia, que se usó masivamente en la arquitectura religiosa y escasamente en la arquitectura civil, siendo este de Gautegiz Arteaga una de las excepciones más notables de la arquitectura europea contemporánea.
El neogoticismo se plasma en los arcos en ojiva que aligeran los muros, las gárgolas con figuras de animales fantásticos, los vanos germinados, arcos ciegos germinados y en los elementos propios de la arquitectura militar gótica: las almenas, los merlones y los matacanes.
La torre de Arteaga disponía de sótano y cuatro plantas. En el sótano se ubicaban las bodegas, en la planta baja la cocina y demás dependencias del servicio, en la noble las piezas de recibo, en la segunda los dormitorios de los criados. Las plantas estaban unidas por una escalera de caracol alojada en el torreón angular.
En los interiores hay que destacar la decoración de las paredes y techos con empanelados, artesonados y entelados y las elegantes chimeneas respondiendo todo al mismo estilo neogótico del castillo.
En la fachada, un escudo de armas tallado en 2,75m de altura por 1,70 de ancho.
Otro escudo, de aspecto mucho más antiguo, se halla sobre la puerta de entrada de las murallas.
A ras de suelo y dos por cada lado un total de ocho troneras ”para ocho cañones, cuya abertura al exterior es en forma de cruz, del siglo XV”.
El proyecto de ajardinamiento lo realizó Newman, el jardinero de la Casa Imperial francesa. De aquel proyecto descrito por Juan E. Delmás: los jardines, prados y parques que realzaban y embellecían a la torre de Arteaga, sólo quedan los árboles que delimitan la finca.
Los emperadores anunciaron una visita a Bizkaia para julio de 1861, pero la caída del imperio francés se aceleraba.
Acabó declarándose la guerra entre Francia y Prusia en 1870. Tras la derrota de los ejércitos napoleónicos en Sedán, capitulando sin condiciones, Napoleón abandonó el trono y quedo proclamada la República francesa el 4 de septiembre de ese mismo año, muriendo más tarde, el 2 de enero del 73, exiliado en Inglaterra, sin poder conocer la casita de su hijo en Urdaibai.
Su hijo, “El Originario”, el teórico Napoleón IV, Eugenio Luis Juan José, ingresó en la escuela de artillería de Woolwich, Inglaterra, “donde obtuvo altísimas calificaciones”.
Tras acabar la carrera, Eugenio se incorporó al ejército del general Wood, luchado en Zululandia, contra el rey Cetiwayo que quería por entonces independizarse un poco de las leyes de la reina Victoria de Inglaterra.
Al amanecer del 1 de junio de 1879, el ya ex príncipe imperial, fue víctima de una emboscada, en plena selva africana, muriendo allí con sus 23 años de edad.
Se dice que Eugenia, al conocer la noticia, "lanzó un agudísimo grito de dolor, desplomándose inerte su cuerpo a sobre el suelo. Conducida al lecho... tardó seis horas en recobrar los sentidos. Y, a consecuencia... una grave enfermedad la puso en riesgo inminente de muerte".
A principios de 1887, la que fuera emperatriz enterraba su pasado –esposo e hijo- en la iglesia de Santa Maria, que ella misma mandó construir en Chislehurst para tal fin.
Gautegiz Arteaga no se olvidó de su hijo originario, y se celebraron solemnes funerales en la parroquia de Santa Maria de Arteaga, por cierto reedificada y ampliada en nueva planta, en 1620, por su antecesor D. Pedro de Gamboa y Arteaga, o D. Pedro de Leiva.
La emperatriz Maria Eugenia vivió en retiro absoluto, con su fortuna en declive, vendiendo sus joyas.
Subastó todos sus bienes raíces en Bizkaia, excepto el Castillo de Arteaga, en el que, meses antes de su muerte en 1920, comenzaron obras de acondicionamiento para que Maria Eugenia pudiera pasar en él algún tiempo. Se tapizaron las paredes, instalando electricidad y agua potable.
Maria Eugenia ez zen inoiz egon Gautegiz Arteagan. Bere heriotzaren ostean gaztelua bere loba iloba Carlos Fernando Fitz James Stuartd Falcók, Peñarandako dukeak eta Albako Dukearen Anaia zenak heredatu zuen, eta senidetik senidera igarotzen joan zen 1980. urtean “Castillo de Arteaga, S. A.” Elkargo Merkantil Anonimoak, Francisco Gonzalez Bilbao titulartzat zuena, erosi zuen arte.
El castillo de Arteaga acaba de ser recuperado para uso hostelero. El acceso se hace a través de la carretera Gernika-Lekeitio y una vez estamos dentro del casco urbano de Arteaga, a unos 500 m, se encuentra señalizado.
Sólo es visitable el piso inferior, en el que se sitúan el bar y el restaurante.
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