Contra lo que pudiera esperarse de una comarca que agrupa los importantes puertos de Bermeo, Elantxobe, Mundaka y Ea, resulta muy arriesgado hablar de una arquitectura peculiar y privativa de los pescadores. Las casas populares que rodean las dársenas de los cuatro pueblos en ningún caso pueden remontarse más atrás del último cuarto del siglo XVIII. Por otra parte, se diferencian en muy poco de las viviendas que pueden encontrase en villas del interior; si acaso, su peculiaridad pudiera derivarse del tortuoso trazado urbano en que se hallan inscritas o, más bien, que conforman, pues a menudo parecen haberse erigido espontánea y anárquicamente, sin someterse a un plan de ordenación previo. Con todo, no debe olvidarse el énfasis que se da a los balcones, superpuestos por las fachadas. Para desarrollar este apartado hemos tomado como referente la obra de José Ángel Barrio Loza y otros titulada Arqueología, Urbanismo y Arquitectura Histórica. Bizkaia II. Markina-Ondarroa, Gernika-Bermeo, Plentzia-Mungia.
Sobre la casa de pescadores cabe plantearse al menos dos preguntas distintas. Una, si existió antes del siglo XVIII un modelo de casas de pecadores específico. Otra, cómo son las viviendas habitadas por pescadores en la época contemporánea y si tienen identidad particular para ser estudiadas como tipos diferenciados.
La respuesta a la primera cuestión es distinta en cada puerto estudiado. En Bermeo, su condición de villa planificada y amurallada determinó que todas sus casas se atuvieran al modelo gótico de manzanas de parcelas estrechas y profundas, separadas por muros medianeros y con gran desarrollo vertical. Estas viviendas, sin duda, pueden acoger a pescadores y albergar en su bajos los útiles propios del oficio pero, en realidad, son un diseño creado a la figura social del artesano o el comerciante.
En Ea, Mundaka y Elantxobe, es probable que la primera línea del muelle estuviera ocupada tan sólo por chozas y cabañas muy endebles, sin otra misión que la de resguardar los aparejos, las redes y los bateles o pinazas. En la temporada de pesca, los arrantzales acudirían a ellas de madrugada procedentes de los caseríos que habitaban, diferenciándose de sus vecinos tan sólo en su ocupación y no en su vivienda. El caso parece especialmente claro en Elantxobe, que no llegó a configurarse como núcleo estable hasta la última década del siglo XVIII, en que se escindió de Ibarrangelu.
Por lo que se refiere a la estructura de las casas habitadas actualmente por pescadores, tampoco podemos deducir la existencia de un modelo único. En Ea y Mundaka parece haberse optado por edificios de fines del siglo XIX dispuestos normalmente en bloque uniforme de gran desarrollo longitudinal, apaisado, de tres pisos, y con tejado que vierte sobre la fachada. Los bajos parecen dedicados a lonjas, aunque en el último de los pueblos no es nada extraña la casa de pescadores de dos plantas de tamaño reducido, con lonja abajo, y patín exterior para alcanzar la vivienda, propiamente dicha, que siempre dispone de uno o más balcones superpuestos.
En Mundaka, hay ejemplos interesantes de la arquitectura promovida por gente menos pudiente, pescadores, que precisan de una casa no muy grande pero dotada con lonja para guardar sus pertrechos marineros. Unos son de cierta dignidad. El segmento contenido entre las calles Portu y Florentino Bustinza, que hacia la ensenada son de tres plantas más nivel de lonjas. Se advierten en ellas detalles nobles como los canes prismáticos de piedra para sostener los balcones, o los propios hierros. Otros son más humildes. Éstas, por lo general, disponen de un patín para subir al piso habitable, mientras la planta baja sirve de bodega para los útiles de pesca. Algunas presentan algún sistema, como balcones, por ejemplo, donde tender las redes, pero no es lo más frecuente en Mundaka, por lo menos es menos habitual que en otros puntos. Se pueden citar entre las casas de este tipo las números 17 y 19 de la calle Florentino Larrinaga, Kurtzio nº 12, Karmen nº 6, Sokunde nº 3 y 8, etc., algunas muy bien restauradas.
Sin embargo, en Bermeo y Elantxobe, la fuerte pendiente de sus calles parece haber condicionado la construcción verticalista. Las casas son altas y estrechas, con fachadas verticales de miradores acristalados y ordenados en no más de tres ejes de vanos y, cuando menos, cuatro pisos. Todas tienen un peculiar aire de familia, pero en general ningún elemento estructural interno o externo permite presuponer la dedicación pesquera de sus moradores; y esto es aún, más claro en Ea, donde hay varias secuencias de casas (números 11-13-15 y 17 de Jesusen Kalea, números 5-7-9-11 de Kalebarria, etc.) ambiguas, de cierto aspecto marinero, pero confusas al fin y al cabo. En las más puras encontramos patines bajo los que hay lonja para los aparejos, y en todas es notable la escasez de espacio habitacional, estando la propiedad repartida en pisos.
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