La villa de Errigoiti fundada en 1376 por el Infante Don Juan, Señor de Bizkaia. Fueron los propios vecinos del lugar quienes solicitaron su fundación para protegerse de los constantes desmanes de los nobles, enzarzados en la Guerra de Bandos que asoló el territorio en plena Edad Media.
Ladera arriba, queda Elexalde. Los orígenes de Elexalde son muy antiguos. La primera mención documental de la existencia de un templo en este lugar se remonta al siglo XI, y también aparece recogido en el privilegio de la fundación de Gernika de 1366.
No es caso inusual en Bizkaia que la iglesia de una villa se sitúe extramuros de la misma. En el caso de Errigoiti lo extraño es que se halle tan alejada, hasta el punto de conformar un pequeño conjunto religioso (iglesia, ermita, cementerio y casa cural) alternativo al civil que se ubica en la villa. Aparte, está el aire de misterio de esos robles y encinas solitarias, paraje cargado de leyendas antiguas.
Para entenderlo es preciso explicar primero que los muros –parte de ellos-, y desde luego la portada no tienen que ver en cuanto a época con la construcción del interior, pues mientras éste es el resultado de una reforma del siglo XIX, los muros viejos, con la portada, lo son del XVI.
En el siglo XIX, ante el avanzado estado de deterioro del edificio, se encargó su reconstrucción a Martín de Echaburu.
Muy recogido con mortero su aparejo, los paramentos definen un espacio rectangular sin cabecera y doble de largo que de ancho que va ordenado en tres naves a igual altura y de la bóveda. Las columnas son de tipo clásico, toscanas, correspondidas en los muros por pilastras del mismo orden. Voltean sobre ellas los arcos formeros y perpiaños de medio punto generatrices de una bóveda baída de tabiquería. Esta reforma dio al templo el aspecto de las típicas iglesias salón vascas de transición gótico-renacentistas.
La iglesia resulta ciega a Norte pero no a Levante y Mediodía donde se abren ventanas adinteladas, una en cada tramo. También a ese lado derecho está la portada que interesa, centrada en el tramo tercero, un bello elemento de arquitectura renacentista: un medio punto enmarcado entre pilastras jónicas de fuste rebajado. El nivel de ático consiste en una casa adintelada entre pilastras que se remata en frontón triangular con espejo en el tímpano. Como complementos de talla hay que citar las eses que dulcifican el escarpe entre los dos pisos, los floreros de las esquinas y las dos medallas de San Pedro y San Pablo de las enjuntas del arco. Además hay en el centro un relieve en piedras de la Asunción, del mismo estilo que lo demás.
La torre está descentrada a los pies y se compone de tres cubos superpuestos, el más alto para las campanas y el bajo con servidumbre de paso al pórtico, que es una opción de tejavana sobre postes que afecta a todo el circuito salvo la cabecera.
Esta parte delantera tiene interés, primero por disponer de dos pisos, con escalera exterior para el superior, que ha sido cilla y escuela, y el bajo porque se diversifica entre sacristía y capilla del Cuerpo Santo.
El aspecto que Idibaltzaga tiene de iglesia columnaria es una ficción del siglo XIX, una reinterpretación neoclásica de las hallenkirche renacentistas; una reducción, se denomina en los documentos a esta situación. Si son renacentistas, de hacia 1560, la portada y parte de los muros, que sirvieron a una iglesia anterior techada a tejavana sobre postes. Lo que en 1816 hicieron el tracista Martín de Echaburu y el contratista Antonio de Echaniz fue reducirla al sistema columnario rehaciendo los muros, sustituyendo los postes por columnas clásicas y la tejavana por obra de albañilería. La torre, por su parte, data del siglo XVII, obra de Juan Ochoa de Uría y Domingo de Erezuma.
La actuación descrita en el interior afectó también al retablo mayor, del que se desechó la mazonería para formular otra nueva a la moda neoclásica, de lo que se encargó el propio Antonio de Echaniz. En cambio los relieves se reaprovechan; los había tallado, como otros más que se reparten por el testero, Antonio de Alloitiz, escultor de Forua, entre 1649 y 1653.
Interesan cuatro retablos más: los de San Blas y San Antonio hechos en 1747 por Andrés de Uribe, el de San Juan Bautista en 1760 por Pedro de la Lastra y el del Santo Cristo (Dolorosa).
En la denominada Capilla del Cuerpo Santo llaman la atención el cadáver momificado de un varón, antaño muy venerado en la comarca y conocido popularmente como “Gorputz Santue”, que se conserva en una urna, y un relieve en tabla tallado en siglo XVII, que ilustra la “Leyenda de Idibaltzaga”, en el cual la Virgen sostiene el Niño mientras con la mano derecha ordena a los bueyes, uno negro y otro blanco, que trasladen los maderos a la colina de Idibaltzaga para construir allí el templo, en lugar de en el interior de la Villas como pretendían los vecinos.
Para acabar, mencionar los cuatro paneles policromados, situados a ambos lados del altar mayor, que proceden del primitivo retablo realizado por Antonio de Alloitiz en 1653. En ellos se representa la Anunciación, la Visitación, la Huida a Egipto y el Niño Jesús entre los Doctores.
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