La iglesia de Santa María de Nabarniz, se sitúa en un lugar muy elevado (717 m), y en otro tiempos despoblado, lo cual acarreó desde siempre grandes problemas, al igual que en la parroquial de Ereño, afectó a lo largo de los siglos, fundamentalmente a su sistema de abovedado.
Esta iglesia fue de estilo originalmente gótico como corresponde a la época en que fue construida (s. XV), aunque su actual estructura arquitectónica es consecuencia de la remodelación realizada en el siglo XIX a partir de los planos que Alejo Miranda, uno de los precursores del neoclasicismo en el País Vasco, cuyo plan se realizó a lo largo de varios años estando jalonada su ejecución por varios pleitos con los patronos, que consideraban el proyecto de obra algo excesivo, y de hecho, si atendemos a la monumentalidad del edificio, y al elevado costo que supusieron las obras, lo cierto es que debieron hacerse en un período de cierto esplendor económico, aunque también es verdad que la iglesia se vio sumamente endeudada al acometer esta obra.
El plan que ideó Alejo de Miranda para la iglesia de esta modesta parroquial supuso la experimentación de una planta, la centrada, que posteriormente contaría con una gran aceptación en el País Vasco, inspirado, en consonancia con el estilo neoclásico predominante en este período, en las “soluciones clásicas”, que se manifestó en las iglesias y lugares de las Asambleas, con este tipo de planta como también podemos observar en la Casa de Juntas de Gernika. Al elaborar su plan este arquitecto tuvo que “jugar” con dos elementos gótico-renacentistas inamovibles, al ábside y la torre, a sus pies, alineadas como podemos observar en el mismo eje, de forma que al acometer la reforma añadirá dos brazos laterales, en cada uno de los cuales actualmente se sitúan dos capillas, la del Rosario y la de las Animas, y alargando la planta de modo que, en el interior, nos recuerda al sistema bizantino de inscribir una cruz griega dentro de un círculo central.
Al exterior esta iglesia se nos presenta como un edificio en el que los volúmenes se contrapesan equilibradamente a través de una marcada jerarquización en la disposición de los mismos, casi podríamos decir que con un rigor geométrico férreo; destaca del conjunto la espléndida torre un prisma cuadrado de tipo telescópico, conformando a base de cinco cuerpos que van reduciéndose en tamaño a medida que vamos ascendiendo, la cual fue ideada con un sentido casi castrense, dominándose desde su parte superior una amplia y bella panorámica; el tercer y cuarto cuerpos presentan como única iluminación una aspillera en cada una de las dos paredes laterales, mientras que en el superior, que se cubre a cuatro aguas con teja curva, se abren vanos en forma de arco de medio punto que aparecen clausurados hasta su mitad, añadiéndose en la parte lateral izquierda la esfera correspondiente al reloj; en el cuerpo inferior a esta torre se abren tres arcos ojivales que nos remiten al estilo originalmente gótico en que inicialmente fue construida, accediéndose a un reducidísimo pórtico bajo el que se resguarda la puerta de acceso a la iglesia a la que penetramos desde la torre, por la parte trasera del edificio, sobre la cual se sitúa el coro, adintelado, que alberga un órgano situado en el centro del recinto, cuyo pavimento es de madera, como también los es la barandilla que lo protege al frente.
El sistema de embovedado es el normalmente utilizado en los templos del tipo de planta de cruz griega, es decir la nave de crucería a través de una cúpula, que se apoya sobre cuatro potentes arcos de medio punto que la sustentan y los brazos de igual tamaño mediante bóvedas de cañón, albergando su presbiterio, cubierto de bóveda nerviada, un precioso ciborio gótico del último periodo de piedra con floridos calados góticos también vestigio de su original estilo.
Interior del templo
Esta iglesia comprende además del altar principal, situado en el presbiterio a cuya parte derecha se abre la puerta que da acceso a la sacristía que apenas posee mueble alguno. Otras dos capillitas con sus respectivos altares, ubicados precisamente en los dos brazos de la cruz. La actual sacristía fue construida en la parte sur de la iglesia debido a la excesiva humedad que afectaba a la anterior sacristía situada en la parte norte del templo, cuyo recinto fue dedicado al almacenamiento de granos provenientes de diezmos y primicias; así mismo, los espacios que quedan entre los brazos de la cruz se destinan a recintos complementarios destinados a diversas funciones: sacristía, almacén, pórticos...
En la zona del presbiterio se sitúa el altar mayor, flanqueado por dos pilastras de caliza roja, en cuyas encimeras se situaban sendas imágenes, un ave en la de la izquierda y en la derecha una hornacina que alberga un sobrerrelieve que representa a un cristo en pie sosteniendo un crucifijo en su mano izquierda.
Pero sin duda lo más destacado de esta zona principal del templo es el precioso retablo de madera, realizado en el siglo XVII, y elaborado dentro del periodo de transición gótico-renacentista, en madera de nogal policromada, siendo llevada a cabo la doración, encargada al escultor y dorador José de Daponsa, a mediados del siglo XIX, su estructura se organiza a través de tres calles verticales separadas entre sí por columnas de estilo muy sencillo, sobredoradas, y cuatro cuerpos horizontales, siendo la parte más amplia las dos centrales destacando la preciosa imagen de la Andra Mari, titular de la iglesia, sentada y con el Niño en los brazos, ambos mirando al frente, cuya característica primordial es el hieratismo propio de la escultura del periodo en que fue realizada la obra (s. XVI); una virgen del mismo tipo se halla en la capilla del Rosario enmarcada en una estructura de madera portátil. Sobre la imagen de la titular de la iglesia se ubica una imagen escultórica que representa a la Inmaculada Concepción, en el tercer registro horizontal del retablo, siendo las imágenes de las dos vírgenes la únicas exentas, ya que el resto de las escenas se representan en tablas que se han esculpido a base de relieve medio que representan diversas escenas.
Sobre la imagen de la Inmaculada, en el cuerpo superior, la menos amplia, se inserta la escena de Cristo crucificado con la Virgen María y San Juan a los pies. A ambos lados de la Andra Mari, las calles laterales del segundo cuerpo se sitúan dos tablas, que representan las escenas del Nacimiento de Cristo (izquierda) y a la Adoración de los Reyes (derecha), debajo de las cuales y separadas por dos franjas decoradas con otros motivos, lucen las escenas de la Anunciación en la calle lateral izquierda y de la Visitación en el lado opuesto. Por último en la calle inferior alberga dos relieves escultóricos correspondientes a la última cena (derecha) y a la Venida del Espíritu Santo (izquierda). Todos los entablamientos están realizados en un relieve de tipo medio y se halla sobredorado en muchas de sus partes, destacando en conjunto por lo sencillez y a su vez si incuestionable sentido artístico, en lo que tiene mucho que ver el excelente estado de conservación que presenta.
En cada una de las capillas laterales se sitúan dos altares de tipo muy diferente situados en ángulo recto uno respecto al otro, así como dos vanos en su parte superior en forma de arco de medio punto rebajados, situados justo encima de los retablos que albergan las respectivas imágenes de la advocación y que confieren gran luminosidad a la nave de crucería. La Capilla de la izquierda, según entramos a la iglesia, es la correspondiente a la Virgen del Rosario, de la cual hay una imagen en andas del mismo tipo que la Andra Mari que veíamos en el altar mayor cuyas características nos remiten al siglo XVI, realizada en madera policromada de forma que presenta vestido rosa cubierto con capote azul. El altar dedicado a la titular se ubica en la pared lateral de la capilla donde encontramos un modesto retablo que se divide en dos cuerpos, conformando por dos habitáculos; en el de la parte inferior, más amplio, se inscribe la imagen moderna, de la Virgen del Rosario de pie y con las manos cruzadas, ubicándose en la parte superior la imagen de un Papa. En la parte opuesta a este altar se sitúa el retablo correspondiente a las Animas del mismo tipo que la anterior aunque dividido en tres calles, en cuya hornacina central se inscribe una bella imagen de San José, flanqueada por dos columnas con volutas, situándose a los lados otras dos imágenes de menor calidad artística, a la izquierda, la de un Papa y a la derecha la de la Virgen.
Ambas capillas albergan otros dos altares sobre los que se ubica una imagen enmarcada en unos habitáculos que toman la forma de un sencillo templo griego con sus columnas jónicas y frontón triangular correspondientes, rematado, el que se ubica en las Ánimas, por una enorme estrella sobredorada, que a su vez se inscriben sendas imágenes de santos de pie con un niño en brazos, en las Ánimas, San José flanqueado por dos Santos, y en el Rosario Cristo flanqueado por las figuras de dos mujeres, aunque estos altares, sobre cuya realización no se ha hallado noticia alguna, no revisten una excesiva calidad artística con respecto al conjunto.
Completan el mobiliario de ambas capillas dos confesionarios de madera que, en cada una de ellas, flanquean al altar principal, cuyos diseños, realizados por Belaunzaran cuyos planos se hallan, al igual que los que realizó Alejo de Miranda en 1799-1800. Las paredes laterales traseras presenta adosados una serie de bancos corridos, que se presentan subdividios en asientos individuales.
El resto de las imágenes no revisten mayor interés, así en los muros curvos de transición entre el presbiterio y las capillas laterales, se sitúa, en el lado izquierdo un nicho que alberga un candelabro flanqueado por dos Santos, mientras que en el lienzo de la derecha se ubica el púlpito, de madera. Finalmente en la parte trasera de la iglesia, debajo del coro, en el muro izquierdo, hay un cuadro moderno que representa a la Virgen con el Niño tendiendo la mano a un grupo de personas que se sitúan en la parte inferior, envueltas en llamas situándose a la derecha, enmarcadas en un habitáculo las imágenes de dos Santas vestidas de ropajes de tela, que no destacan por nada en especial.
Referencias históricas
Iturriza nos informa que esta parroquia fue fundada sobre un antiguo eremitorio dedicado a la advocación de Santa María de Gorostiza, tras desmembrarse algunos feligreses de su antigua parroquial de San Juan de Murélaga “por el largo camino que tenían los de Nabarniz hasta allí”, lo cual hay que ponerlo en relación con el aumento de efectivos demográficos. El mismo historiador consigna la relación de los patronos diviseros que gozaban de los diezmos y primicias y presentaban los cuales eran Marqués de Mortara (dueño de la casa solar de Múgica), el Conde de Baños (también patrono de las dos parroquiales de Ereño), la Casa Torre de Aulestia (que gozaba de cinco casas), Guereca (gozaba de tres casas y media), Zubieta (gozaba de dos casas y media) y Bengoela de Arbacegui (gozaba de dos casas y de una cuarta de otra).
No se puede saberle el aspecto original que presentaba este templo originariamente, puesto que, los Libros de Fábrica conservados para este municipio son tardíos, pero tenemos la ventaja de que prácticamente la totalidad de los documentos referentes a la reconstrucción de la parroquial de Santa María, realizados en el siglo XIX bajo los cánones neoclásicos, se guardan en el archivo histórico-eclesiástico. Como contrapartida desconocemos cuál era el aspecto anterior de este edificio religioso aunque podemos imaginarlo a través de algunas descripciones realizadas con motivo de las obras mayores.
En 1673, Pedro de Alloitiz, realizó un reconocimiento del retablo original, mediante el cual sabemos que estaba realizado en madera de nogal y fue ejecutado “según arte” aunque le hallaron “ciertas mejoras e imperfecciones” respecto a las condiciones prefijadas. Así pues entre las mejoras que halló se mencionan tres onzas más de las que se estipulaban en las condiciones concretadas en el relieve de las cuatro historias principales; en segundo lugar se observó que en las escenas de la anunciación, visitación y adoración de los reyes había tres figuras más de su obligación en la urna de la concepción y dos serafines fuera de la misma; del mismo modo consideró que en el segundo pedestal “donde se hallaban las virtudes” había algunas añadas que se realizaron para cubrir ciertos espacios vacíos. Además en cada una de las historias se había colocado “una tabla más de bendeja” lo cual redundó indudablemente en un mayor espesor de la obra y consiguientemente en una mayor calidad.
En cuanto a las carencias que halló el susodicho Pedro, éste declaró que había que “quitar un poco de los hombros de ezeomo del sagrario y cortar el brazo derecho adelgazándolos, alargando y perfeccionándolo también las piernas un poco”, de forma que todo quedase según arte en sus medidas; también las virtudes del segundo pedestal, según el informe, se tenían que raspar “para que estén con mas lucimiento” y que los ornáculos de las dos historias ubicadas en el segundo cuerpo debían rebajarse en virtud de la mayor proporción de la obra; por último declaró que las hendiduras que se veían en los tableros de las diferentes historias debían ponerse a nivel y con cola fuerte de tal manera que simulasen una pieza entera y que no se vieran las juntas.
En 1741 el visitador constata el aspecto lóbrego y oscuro de la iglesia que está “con falta de abrir una ventana” cuya ejecución se llevó a cabo, siéndole encargada al cantero Domingo de Askarraga, a la que se pagó por esta pequeña obra 415 reales.
El auto de visita de 1753 menciona el mal estado del retablo mayor y en 1768 se doró una imagen del retablo mayor y su nicho que corrió a cargo de Francisco de la Riba.
La ubicación de la iglesia de Santa María en un lugar elevado y expuesto a toda clase de inclemencias climatológicas que provocaron en múltiples ocasiones el derrumbamiento de las bóvedas, rompimientos de vidrieras y, a la larga, el deterioro general del a fábrica externa de tal manera que en 1793 la iglesia debía hallarse en un estado bastante lamentable, a juzgar por el informa del visitador. En vista de ello se ordenó el embovedamiento de la iglesia y la reparación de la sacristía en función de la menor humedad.
A partir de entonces comenzaron las diligencias que llevarán a la demolición total del templo llevándose a cabo la ampliación del mismo aunque las obras, que se iniciaron a finales del siglo, se vieron interrumpidas por diversas dificultades, por lo cual la renovación completa de la iglesia hasta llegar a su estado actual, se prolongó durante varios años pero siempre siguiendo las planes de Alejo de Miranda.
No cabe duda de que este hermoso edificio, situado en una modesta anteiglesia como Nabarniz es uno de los mejores representantes de la arquitectura neoclásica en el País Vasco, y desde luego su valor artístico y patrimonial está fuera de toda discusión.
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